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Amando de Miguel

Más latinajos

Mi cofrade Enrique Gil Calvo –a pesar de su conocida sensatez– se opone a que se pueda ilegalizar un partido político (“Ilegalización”, El País, 15-IV-02). No me corresponde en esta seccioncilla entrar a discutir la sustancia del asunto. Yo me ocupo aquí de los posibles vicios del lenguaje que todos cometemos. En ese caso me llama la atención, una vez más, la alegría con que se desparraman los latinajos, asunto sobre el que vuelvo una vez más. Me temo que no será la última. Escribe Gil Calvo: fiat iustitia et pereat mundi. Supongo que será un lapsus cálami, es decir, una calamidad, si se me permite el retruécano. Seguramente, el autor quería decir fiat iustitia et pereat mundus, esto es, “hágase la justicia y que se hunda el mundo”. El latinajo es medieval. Tuvo una adaptación célebre: fiat iustitia et ruat celum, “hágase la justicia y que se venga abajo el cielo”. Era la divisa de Fernando I de Alemania, hermano de nuestro Carlos I. Ambas versiones se utilizan para indicar que a veces la justicia estricta supone un pequeño desastre. Cumple aquí otro latinajo de los jurisconsultos: Summum ius, summa iniuria, algo así como “si se aplica el Derecho de modo tajante, el mal puede ser mucho mayor”. En donde se demuestra la extremada capacidad sintética del latín.

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