Menú
Amando de Miguel

Nuevas vacilaciones

Escribir es optar, por tanto, un continuo ejercicio de libertad. El problema se presenta cuando se repiten demasiado algunas palabras o locuciones. Rafael Martín Cantos me dice que en su trabajo tiene que escribir muchos informes en los que se empieza diciendo “en relación a” o “con relación a”. Me pregunta qué fórmula es la más aconsejable y si hay otras. Pues bien, lo correcto sería “con relación a” o “en relación con”. Pero hay más opciones, por ejemplo, “a propósito de” o “con referencia a”. ya que estamos aquí, recuerdo la nueva acepción favorita de “referencia” como equivalente de “modelo”. Ya no se diría que “LD es un modelo de prensa digital” sino que es una “referencia en la prensa digital”. Un galicismo más, bastante sinsorgo, por cierto.
 
A veces las opciones léxicas se mantienen indeterminadas o ambivalentes. Es lo que yo llamo ─y conmigo cientos de doctores─ la vacilación léxica del español, por lo general, un estímulo más que una carga. Por ejemplo, ahí metería el leísmo, el loísmo y el laísmo. Para mí no son errores. Acabo de leer una fantástica novela de Juancho Armas Marcelo (Casi todas las mujeres) y está llena de loísmos. Pues estupendo. Es la fórmula preferida en ciertos ambientes de Iberoamérica y por tanto de Canarias. Visto así, los de Castilla somos una minoría. Por cierto, en Castilla muchos tienden hacia el leísmo, lo cual me sigue pareciendo muy atractivo. Y no digamos el gracioso laísmo de los madrileños. Lo digo a propósito de un ilustrado correo que me envía, desde Málaga, Francisco Javier García Tovar. El hombre se queja del loísmo, el leísmo y el laísmo. Tranquilícese, amigo. No son vicios sino gracias del idioma. En cambio, estoy de acuerdo con el malagueño (¿será pariente del admirado Antonio Tovar?) en que la práctica de los mensajitos por teléfono están destrozando la lengua común. Se denominan SMS, short message system, cuando tendría que ser el sistema de mandar simplezas.
 
A propósito del loísmo y del leísmo. Los gramáticos me permiten esta vacilación: “No lo puedo ver ni en pintura” o “No le puedo ver ni en pintura”. En ese caso yo me inclino por la forma loísta. En cambio, me va más decir “le quiero” o “la quiero” que “lo quiero”. El “lo” cosifica. No sé si será muy correcto lo que digo, pero es lo que siento.
 
El que haya expresiones sinónimas no quiere decir que ignoremos la precisa significación de cada palabra. Es raro que haya dos voces distintas con la misma significación. El matiz es lo que importa. Lo digo a propósito de una certera comunicación que me envía Juan María Loizaga Iriondo. Su opinión es que se emplea mal la locución “inmunidad” parlamentaria para referirse a la “impunidad” por razón del cargo. Es el caso de que un parlamentario no puede ser procesado directamente sin el paso previo de una especie de venia (suplicatorio) que le da la corporación a la que pertenece. Sin embargo, yo creo que “inmunidad” sí se puede aplicar a esa prerrogativa de algunos políticos o diplomáticos, perfectamente legal, por tanto. Otra cosa es que ─como aduce mi comunicante─ la “inmunidad” tenga otro sentido en Biología o Medicina (resistencia de los organismos a ciertos elementos patógenos). Los dos sentidos no se molestan mucho. En cambio, la “impunidad” es la situación de hecho, normalmente ilegal, por la que alguien que lo merece se queda sin castigo. Por tanto, una cosa es que ciertos políticos tengan inmunidad parlamentaria o diplomática y otra que sus delitos queden impunes.
 
Antonio M. Saavedra (Canarias) me envía algunos diminutivos de su tierra que se añaden a la fórmula iberoamericana. Así cochito (en lugar de cochecito) o panito (en lugar de panecillo). Más atrevida es la opción de la manito en lugar de la manita, puesto que “mano” es femenino. Las dos versiones están bien, como el mar y la mar. Qué gran cosa es la vacilación léxica.
 
 

En Sociedad

    0
    comentarios