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Antonio López Campillo

Restablecer Babel

"Era entonces toda la tierra de una misma lengua y unas mismas palabras". No se trata del anuncio del futuro, con la lengua única, vehículo ideal de un pensamiento único, el de las mismas palabras. No, se trata de versículo 1º del capítulo XI del libro del Génesis, era la situación en la que se construyó la Torre de Babel, y que motivo la confusión de lenguas impuesta por Jehová.

Actualmente la Unión Europea tiene quince estados miembros y utiliza sólo once lenguas: alemán, danés, español, finés, francés, griego, holandés, inglés, italiano, portugués y sueco. Si la hipótesis de que llegaran diez países más por el año 2004 –Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Hungría, Eslovenia, Letonia, Lituania, Estonia, Chipre y Malta–, cada una con su lengua, ascenderán a 21. En el año 2007 pueden unirse dos países más –Bulgaria y Rumanía–, con sus lenguas respectivas, con lo que las utilizadas en la Unión Europea serán 23. La "confusión de lenguas" es una realidad.

Esta "confusión de lenguas" crea problemas. El primero es que no facilita, que digamos, la comunicación normal entre "europeos" y al decir "europeos" se indica los que trabajan en las oficinas europeas de Bruselas y Estrasburgo. Además, la incomunicación lingüística comporta un problema económico. Hoy con sólo once lenguas se necesitan unos mil puestos de trabajo en las organizaciones para comunicar; es un mínimo de traductores, interpretes y correctores para poder funcionar en condiciones normales. Muchos documentos han de reproducirse en los once idiomas.

Imaginemos lo que puede suceder con la ampliación del número de los países miembros. Por eso, y para evitar nuevos gastos y reducir los actuales, se ha propuesto que exista una lengua única, el inglés, que es la lengua más conocida por los otros "parlantes". La propuesta ha sido considerada inaceptable por los representantes de Alemania, Inglaterra y España. Ya hay tres lenguas de trabajo: el inglés, que se emplea en el 55% de las comunicaciones, el francés sólo sirve en el 44% de los casos y el alemán el 1%. El español no es lengua de trabajo. La multiplicidad de las lenguas no implica solo un gasto importante, retrasa de un modo apreciable las comunicaciones, orales o escritas. Razones de dinero y tiempo que empujan al monolingüismo. Pero no hace falta que lo impongan las autoridades, los particulares aconsejan a sus hijos aprender la lengua de Shakespeare, no para que puedan leer sus obras, simplemente para entenderse por el mundo.

Los organismos de la Unión Europea, por razones técnicas, propugnan el monolingüismo; los padres, por el bien de sus hijos, hacen lo mismo. El restablecimiento de Babel es cuestión de tiempo, no mucho. Y por lo que se oye, es un proceso irreversible. Se sabe de países y regiones bilingües y en algunos casos tri, pero con once o con más de veinte idiomas no.

Dentro de poco, en toda la tierra se tendrá "una misma lengua y unas mismas palabras". Así, el pensamiento (es una forma de hablar) único será una realidad. Hay quienes luchan, en algunos casos a vida o muerte, por defender su lengua vernácula; si su territorio se encuentra en Europa ya pueden irse despidiendo de su habla.

Se dice, con razón, que hay que conservar la diversidad genética, para que no degeneren las especies vivas; puede ser que con las lenguas pase algo parecido. La multiplicidad idiomática en cierto modo vivifica el pensar, que se secará si es único.

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