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Cristina Losada

Héroes de cartón

La niña de Rajoy admite a media voz que España podía haber sufrido durísimas consecuencias. Pero qué importa cuando el peor de los males es que Zapatero continúe. "El fin justifica los medios" ya es doctrina compartida.

La niña de Rajoy, aquella ilusionante criatura, regresa para contarnos que el Partido Popular votó contra el plan de ajuste con la patriótica finalidad de acabar con un Gobierno nefasto. De acuerdo a la imaginativa narradora, de no haber salido el injusto, improvisado, insuficiente e impuesto decreto, la cabeza de Zapatero habría rodado de inmediato y, colorín, colorao, nuestras penalidades hubieran terminado. Visto por sus ojos soñadores, si hoy no estamos ante la gozosa perspectiva de unas elecciones anticipadas y un presidente expulsado a gorrazos por los suyos, ha sido por la bajeza de unos cuantos.

La cadena de especulaciones que nos regala la niña tiene, sin embargo, algún problema. Sus fundamentos son aproximadamente igual de sólidos que aquellos con los que rellenamos el boleto de la Primitiva. Se omite, además, que en el instante de pulsar el botoncito, los del PP casi tenían la certeza de que el decreto se aprobaría. Cierto: el casi. Quedaba un margen para jugar a la ruleta rusa. Juego al que se aplicó Zapatero antes que nadie, al llevar el ajuste al Congreso por las bravas, a ver si, de nuevo, le sonreía la baraka. Pero siendo improbable el rechazo, los restantes supuestos de la tropa de Rajoy se hallaban aún más cerca de la pura fantasía.

"Todos los argumentos están en contra, pero toda la creencia está a favor", decía el doctor Johnson sobre el fenómeno de los fantasmas. Lo mismo aquí. Tan ayunos de gestos contundentes tiene el PP a los suyos, que celebran su negativa como una heroicidad. Pero Rajoy no presentó una moción de censura. Sólo votó contra el ajuste. Qué astutos. Así, los de Génova se desvinculan del impopular tijeretazo, en línea con su campaña reivindicativa de la "política social" de Zapatero, su defensa de los "débiles" y sus miradas a los ojos de los pensionistas. Puesto a renunciar a un ideario propio, el Partido Popular chamulla incluso la jerga populista de la izquierda.

La niña de Rajoy admite a media voz que España podía haber sufrido durísimas consecuencias. Pero qué importa cuando el peor de los males es que Zapatero continúe. "El fin justifica los medios" ya es doctrina compartida. Si hace falta hundir otro Prestige, se hunde.

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