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Cristina Losada

¿Y usted qué le pide al Rey?

El Rey no puede hacer nada de eso que le piden. Ni puede ni debe. El Rey no está para liderar cambios políticos.

Un monarca parlamentario carece de poderes políticos, pero, a juzgar por las peticiones que se acumulan en el buzón del nuevo Rey, hay políticos en España que se perdieron esa parte de la clase. Artur Mas quiere que Felipe VI le traiga el referéndum de autodeterminación para Cataluña para que la sucesión se convierta en secesión. La extrema izquierda que ha desempolvado la tricolor desea que le ponga un 14 de abril de 1931 y, ya metidos, ¡será por pedir!, hacer de la sucesión revolución. Quien más quien menos le reclama que abra un "tiempo nuevo", que encabece la regeneración o que haga la segunda Transición, que hay a quien le sabe a poco haber hecho sólo una en tres décadas. Y el espectáculo, señores, sólo está empezando.

Afortunadamente, el Rey no puede hacer nada de eso que le piden. Ni puede ni debe. El Rey no está para liderar cambios políticos. No es a él a quien corresponden en una democracia tales cometidos. En una monarquía parlamentaria, el titular de la soberanía es el pueblo, y el titular de la Corona no dispone de poderes políticos: ni ejecutivos ni legislativos ni judiciales. Sus poderes son formales: simboliza la permanencia y la unidad del Estado. Sus funciones son relacionales y de arbitraje y moderación en el funcionamiento de las instituciones. Caben ahí la sugerencia y la recomendación, pero poco más: un monarca parlamentario permanece fuera del campo de batalla político.

Digamos, de paso, que esta falta de poderes políticos sustantivos de la Jefatura del Estado no es exclusiva de las monarquías parlamentarias: hay repúblicas, las no presidencialistas, donde ocurre tres cuartos de lo mismo. El presidente de la República Federal Alemana, que no se elige de forma directa en las urnas, no puede inmiscuirse en los asuntos de gobierno. Joachim Gauck no les dice a Merkel y a Gabriel que han de hacer esto o lo otro. De ese modo se preserva a la figura representativa del Estado de los zarandeos propios de la acción política. Quienes estos días se preguntan para qué sirve tener un monarca parlamentario, pregúntense también para qué sirve tener un presidente de república que no manda nada.

Yo no sé si los que piden al Rey que ponga en marcha tal o cual giro político, el que interesa al peticionario, son puros ignorantes o puros aprovechados, de los que saltan sobre la ocasión a fin de publicitar su propia agenda. Sea como fuere, sus demandas tienen un aire retro, de época de miriñaques, de cortesanos y súbditos. He ahí a políticos de una democracia requiriendo de un rey sin poderes que haga lo que ellos quieren, por encima y a pesar del Gobierno democráticamente elegido. Esto no sólo es ridículo, que también. Es el signo de una voluntad de saltarse las reglas del sistema político. En unos está larvada, en otros, se presenta abierta y desafiante. En todos los casos, es absurda. La sucesión no inaugura una nueva etapa política, por más que se empeñen las metáforas.

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