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Daniel Rodríguez Herrera

Kindle, P2P y el libro electrónico

Cada vez está más cerca el momento en que sea realmente más cómodo leer un libro electrónico que uno físico. Quizá no sea Amazon sino Sony o Plastic Logic quien finalmente lo logre. Pero que es un futuro cada vez más próximo nadie lo duda.

La industria del contenido lucha ferozmente, bien acompañada de políticos, contra el P2P y sus múltiples variantes para defender su lugar en el sol o, para ser exactos, la manera de hacer negocios que tenían hace una década y que era la que conocían y les permitía vivir divinamente. ¿Toda? No. Hay un sector que sigue aislado del mundanal ruido y que parece vivir al margen de la revolución que supone internet: el editorial.

Pero estas pequeñas vacaciones de la historia son eso: pequeñas y vacaciones. No hay ninguna barrera teórica que impida que el intercambio de periódicos, libros o revistas en internet tenga exactamente el mismo y elevado nivel que los de música o películas. Tan sólo existe una barrera práctica: sigue siendo más cómodo leer un libro en papel que en formato electrónico. No hace falta ser un lince para darse cuenta de que este problema tecnológico será resuelto más pronto que tarde y que las editoriales se verán envueltas en los mismos problemas que tienen actualmente la industria discográfica y cinematográfica.

Sí, sí; sé que hay mucho bibliófilo romántico que cree que nunca habrá nada mejor que el papel, igual que hay fanáticos del vinilo. Pero para la mayoría de nosotros las indudables ventajas en comodidad y ahorro de espacio que puede suponer un lector de libros electrónicos práctico y cómodo superarían con mucho sus desventajas. No sabemos cuándo llegará el día, pero sí que llegará alguna vez; espero que sea antes de que tenga que salir yo de casa para dejar espacio a los libros.

La ventaja del sector del libro es que ha podido ver desde la barrera los errores de sus compañeros de viaje mientras batallaban contra sus propios clientes y establecer sus conclusiones para abordar el problema de la mejor manera posible. Así, deducirán que la mejor forma para combatir la piratería son precios bajos y formatos abiertos, sin protecciones tipo DRM, que inciten desde un primer momento a sus clientes a comprar y alejarlos así en la medida de lo posible –que nunca será del todo– del intercambio en internet de los libros.

Desgraciadamente, el ejemplo del Kindle hace ver que las editoriales –las estadounidenses, al menos– han decidido seguir recorriendo el mismo camino que ya hicieran las demás, con la posible excepción de perseguir judicialmente a sus clientes. Amazon ha logrado con Kindle, cuyo sucesor acaba de ver la luz, lo que ningún lector de libros electrónicos había conseguido hasta ahora más que en cifras marginales: que la gente lo compre y lo use. Gracias a su posición como principal vendedor de libros del mundo ha podido ofrecer juntos la máquina y algo que leer en ella. Pero lo ha hecho vendiendo los libros electrónicos en un formato protegido y propietario y con un precio de referencia de alrededor de 9,99 dólares. ¡10 pavos! ¡Por una descarga que luego no podremos usar en otros aparatos similares! Parece iTunes, pero el iTunes anterior a que las discográficas se dieran cuenta de que debían empezar a vender MP3.

Cada vez está más cerca el momento en que sea realmente más cómodo leer un libro electrónico que uno físico. Quizá no sea Amazon sino Sony oPlastic Logicquien finalmente lo logre. Pero que es un futuro cada vez más próximo nadie lo duda, especialmente cuando Kindle ha vendido medio millón de unidades y dispone de un catálogo de casi un cuarto de millón de libros. ¿Se pondrán las pilas las editoriales para estar preparadas cuando llegue el momento? Tengo pocas esperanzas. Sin embargo, comonos cuenta José Antonio Millán, quizá ni siquiera haga falta, al menos en España. Aquí son los autores quienes tienen los derechos y pueden otorgar licencias para las ediciones electrónicas. Así, la agente Carmen Balcells ha dado un primer paso importante ofreciendo a sus autores a través deLeer-e. Ojalá podamos disfrutar de un catálogo amplio y barato para cuando desembarquen estos lectores masivamente. Significaría que hemos aprendido la lección de la última década.

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