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EDITORIAL

Clonación: sobra sectarismo, falta debate

La pesadilla descrita por Aldous Huxley en Un mundo feliz ha dejado de ser una quimera literaria para convertirse en una inquietante posibilidad, quizá aún muy lejana, pero también muy real. De momento, afortunadamente, la clonación con fines reproductivos no es objeto de controversia. Porque la práctica totalidad de la opinión pública y de la comunidad científica rechaza la clonación humana con fines reproductivos, que está descartada y penada por las leyes de todos los países civilizados. Quizá porque, consideraciones éticas o religiosas aparte, la memoria de los horrores nazis y las posibilidades que la clonación con fines reproductivos podría poner en las manos de un régimen similar hacen temer, con toda razón, un mal uso de este logro científico.
 
Pero el éxito, más mediático que puramente científico, obtenido por los científicos surcoreanos Wook Suk Hwang y Shin Yong Moom –quienes se han limitado a confirmar empíricamente que la clonación humana es posible– ha reabierto una polémica que se aleja del debate ético y científico para adentrarse de lleno en el ámbito político, como suele ocurrir cuando se pretende contraponer interesadamente Ética y Ciencia. Los sectores autodenominados "progresistas" se han envuelto en el manto de la Ciencia para acusar de insensibilidad y tachar de enemigos del progreso a quienes oponen fundadas objeciones éticas a la clonación con fines terapéuticos.
 
Se publicitan exageradamente los grandes –e indudables– beneficios que supondría esta técnica para todos aquellos enfermos que necesitan un trasplante como si fuera la única "científica" y eficaz. Y al mismo tiempo, se ocultan y marginan deliberadamente otras vías de investigación en terapias regenerativas –como la adaptación de células madre procedentes de la médula ósea del paciente o del cordón umbilical de los recién nacidos–, quizá no tan deslumbrantes ni tan avanzadas técnicamente como la clonación pero que podrían ser igualmente avanzadas y eficaces si se les dedicara suficiente interés, financiación y, sobre todo, publicidad.
 
Se trata de una inaceptable manipulación que tiende a identificar la Ciencia y el Progreso con los intereses de quienes desean prescindir de un razonable y necesario debate acerca de las implicaciones éticas de la clonación. Y que identifica con el oscurantismo y el ultraconservadurismo a los científicos y a los ciudadanos que reclaman ese debate. Sin embargo, tanto la Ciencia como la Ética son enemigas de todo sectarismo y de toda politización. Porque tanto la Ciencia como la Ética se diferencian de la superstición y el dogmatismo en la medida en que el análisis y la discusión serena y racional sustituyen a los prejuicios y las consignas.

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