El resultado de las elecciones vascas de este domingo es un aldabonazo para el proyecto de ruptura con España en el que trabajan todos los socios de Sánchez, sin excepción. El independentismo se ha hecho con 54 de los 75 escaños de la cámara vasca, por 13 del PSOE y Sumar y ocho para el conjunto de los dos únicos partidos constitucionalistas, PP y Vox, lo que se traducirá en una legislatura en manos de las fuerzas separatistas como nunca antes había ocurrido.
El blanqueamiento del partido proetarra llevado a cabo por la izquierda española ha convertido a Bildu en el gran triunfador de la noche electoral, tras reducir al PNV a su feudo tradicional de Vizcaya y hacerse de manera aplastante con el voto independentista en Álava y, sobre todo, Guipúzcoa. Los bildutarras han subido seis diputados y empatan con el PNV a 27 escaños, pero con una diferencia esencial dada la particularidad del sistema de elección del Lehendakari, diferente del resto de presidentes de comunidades autónomas. Esa fórmula de elección del candidato que obtenga simplemente más votos a favor beneficia a los de Otegi, que contarían con el voto del diputado de Sumar en una eventual investidura (algo que se da por descontado), mientras que el PNV necesitaría el apoyo de los diputados socialistas para mantener el poder. Esta circunstancia deja en las manos de Sánchez la decisión de quién gobernará el País Vasco los próximos cuatro años, un periodo de importancia vital en el que se va a definir trágicamente el destino futuro de España. Sánchez tiene las manos libres para reeditar el Gobierno de coalición PNV-PSE o forjar una mayoría de izquierdas todavía más amplia con Bildu y Sumar, una posibilidad que podría adquirir carta de naturaleza en función de cómo le vaya al PSOE en las elecciones catalanas y europeas.
De hecho, el resultado de anoche influirá también de manera determinante en las próximas elecciones al parlamento de Cataluña, cuya campaña se inicia este próximo viernes, con una derivada de gran importancia añadida en la política nacional. En cuanto a los comicios catalanes, no cabe duda de que el impulso del ala dura del separatismo vasco es una gran noticia para Puigdemont, principal beneficiado en Cataluña de la victoria de Bildu, con quien comparte sus objetivos políticos. Con este resultado nadie puede dudar de que, a partir de hoy, el proceso de cambio de régimen se acelera.
Respecto a la política nacional, parece evidente que la duración de la presente legislatura dependerá de la decisión que adopte Sánchez en la investidura del próximo Lehendakari. La debilidad del PSOE en el Parlamento hace que no pueda prescindir de un solo apoyo para mantener la legislatura a flote y, por tanto, la retirada de la confianza de uno de los dos partidos independentistas vascos al Gobierno implicaría, necesariamente, el adelanto de las elecciones generales.
El panorama político se irá aclarando en el futuro inmediato, pero hoy resulta obligado tener un recuerdo para las víctimas del terrorismo. Tras la victoria de Bildu y de asistir atónitas al jolgorio de los candidatos proetarras, tienen legítimo derecho a lamentar que el asesinato de sus seres queridos y todo su sufrimiento apenas haya servido para nada.