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EDITORIAL

Justicia o impunidad de Garzón

Desde errores de carpetilla que permiten volar a algún que otro narco a la persecución de los delitos de Franco después de muerto, ha hecho falta que queden impunes muchas tropelías antes de que la Justicia empiece a preocuparse por las andanzas de Garzón

Parece poco serio que una Facultad de Derecho de cualquier universidad del mundo escoja a Garzón como uno de los conferenciantes de unas jornadas tituladas "Justicia o impunidad". Aunque referidas a la jurisdicción universal, esa que Garzón lleva años usando para lanzarse a la fama internacional, su título parece escogido para describir la carrera del propio juez estrella, que se ha movido entre la persecución de delitos como los perpetrados por los GAL o el entorno de ETA y sus múltiples campañas de autopromoción, que le han colocado en numerosas ocasiones muy cerca de cruzar la línea de la legalidad, cuando no a traspasarla generosamente.

Desde errores de carpetilla que permiten volar a algún que otro narco a la persecución de los delitos de Franco después de muerto, ha hecho falta que queden impunes muchos años de tropelías antes de que la Justicia empiece a preocuparse por las andanzas de Garzón. Sin duda, el uso torticero de su puesto en la Audiencia Nacional para dedicarse a escribir un libro de Historia más bien malo en forma de auto, con sus pies de página y todo, es una de las cosas más descaradas que ha hecho Garzón en contra de la Justicia. Pero no la peor.

Como bien aseguró Javier Gómez de Liaño, las escuchas a los implicados en la red Gürtel y sus abogados "pasarán como una de las páginas más negras de la historia judicial". Dado que los hombres carecemos de la posibilidad de impartir una Justicia perfecta, hemos ido perfeccionado a lo largo de más de dos milenios un sistema procesal que intente acercarnos lo más posible a ese ideal, en el que se obliga a probar fehacientemente la culpabilidad de un acusado. Una de las características de ese sistema es la confidencialidad de las relaciones entre los abogados y sus clientes. Violarla es, por tanto, un hecho de la máxima gravedad, que sólo se permite en los casos más graves y más justificados, aquellos en los que el abogado puede formar parte de la trama delictiva, como sucede en muchas ocasiones en los casos de terrorismo. Pero la ley no permite destruir esta garantía en ningún otro caso, como hizo Garzón.

Esta violación de las garantías procesales puede suponer la nulidad de buena parte de las actuaciones, lo que conllevaría que algunos de los acusados salieran en libertad pese a ser culpables. Pese a ello, Garzón ha acudido a dar una conferencia a la Facultad de Derecho de la Universidad de Valencia –de Valencia, precisamente–, donde ha vuelto a hacer gala de su chulería y de la bastante justificada sensación de creerse por encima de la ley. Así, se ha mostrado dispuesto a "dejar las cosas muy claritas" al PP y seguro de que "cuando llegue el momento", las cosas quedarán "claras y diáfanas".

Así, tenemos un juez que en la última de sus innumerables tropelías ha preferido el impacto mediático que sobre el PP tendría la publicación de unas conversaciones entre abogado y cliente sobre la legalidad de unas escuchas que los colegios de abogados –habitualmente silentes– han denunciado como claramente ilegales. Ese es el ejemplo que la Facultad de Derecho de Valencia ha querido mostrar a sus alumnos. Da miedo que un juez que tanto desprecia la Justicia y tanto aprecia la inmunidad de que ha gozado hasta ahora no provoque una airada reacción de quienes en el futuro vestirán toga.

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