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EDITORIAL

Las falsas mentiras de Aznar y Bush

Difícilmente cabría en un libro recordar y analizar todas y cada una de las mentiras y manipulaciones que la prensa ha vertido en nuestro país —y fuera de él— sobre la guerra de Irak, como para ahora poder recordarlas en un editorial. Lo grave es que sin la ayuda de esa mentira inculcada como verdad oficial entre los ciudadanos, jamás el terror del 11-M hubiera logrado por sí solo lograr los efectos políticos del 14-M.
 
Como en la peor pesadilla orwelliana, los medios de comunicación recurren sistemáticamente a la mentira para poder acusar de mentir a quienes pretendían y siguen pretendiendo descalificar políticamente. Lo hemos visto con el asunto de las armas de destrucción masiva y ahora lo volvemos a ver, por segunda vez, con el asunto de las conexiones de Sadam y el 11-S.
 
Afirmar, como hizo Bush antes de la intervención militar en Irak, que EE UU no iba a tolerar que Sadam Hussein se hiciera con armamento de destrucción masiva o señalar que este genocida había tenido contactos con Al Qaeda —por no hablar de los lazos muchos más estrechos con organizaciones terroristas antisemitas— no es lo mismo que asegurar que Sadam ya disponía de nuevo de armamento de destrucción masiva ni sostener que hubiera estado detrás del 11-S. Más aun, cuando Bush ya reconoció con franqueza antes de la guerra de que no tenía pruebas de que el dictador iraquí tuviera relación con los ataques contra Nueva York y Washington.
 
Lo que sí hizo Bush fue interpretar que había un peligro de que Sadam se dotara de ese armamento prohibido como, por cierto, también hizo el resto de la comunidad internacional que no dejó de sancionar a Irak por incumplimiento de las resoluciones de la ONU sobre armamento hasta que el dictador fue derrocado. Precisamente por ello —conviene recordar— EE UU defendió la idea de guerra preventiva. En lo que discreparon los partidarios y detractores de la intervención militar era en cómo impedir ese riesgo. En la administración norteamericana habían además muchas otras más razones para acabar de una vez por todas con la genocida dictadura de Sadam como era la intención —largamente acariciada por el sector neoconservador— de implantar un injerto democrático en Oriente Próximo que sirviera de alternativa a todos esos regímenes que, en mayor o menor medida, sólo fabrican miseria y fanatismo.
 
El caso es que cuando Bush recordó hace ya nueve meses que él nunca había afirmado que Sadam Hussein tuviera relación con los atentados de Nueva York y Washington, la prensa de nuestro país, empezando por El País y siguiendo por El Mundo, “informó” diciendo que “Bush reconoce ahora que Sadam no tenía relación con los atentados del Once de septiembre”. Ya entonces los medios de comunicación mintieron presentando como un cambio de postura lo que ya entones no era más que un recordatorio por parte del presidente estadounidense.
 
Lo delirante ha sido ver este jueves que, salvo alguna honrosa excepción, la prensa de nuestro país vuelve a hablar del “varapalo a Bush” o de las “falsedades de Bush”, porque la Comisión que investiga los atentados del 11-S acaba de hacer público un documento en el que se afirma que “no tenemos ninguna prueba creíble de que Irak haya cooperado con Al Qaida para perpetrar los ataques contra Estados Unidos”. Los miembros de la comisión, con todo, sí reconocen una reunión en 1994 entre Bin Laden y funcionarios del régimen iraquí, lo cual viene a confirmar, más que a refutar, lo que ha venido sosteniendo la administración Bush en todo momento.
 
Bush ha tenido que volver a salir a la palestra para volver a recordar lo que dijo, mientras el Gobierno británico también ha desmentido que acusara al régimen baazista de planear con la red terrorista de Ben Laden los ataques terroristas de septiembre de 2001. “El Gobierno nunca dijo que Sadam Husein fuera responsable del 11-S, y no creo que pueda permitirse a nadie hacer esa insinuación”, ha advertido un ministro británico.
 
Aquí en España no es que se “insinúe” es que desde el PSOE se ha exigido al PP que pida perdón. Definitivamente los socialistas se han acostumbrado a la manipulación y no salen de ella. Claro que si desde el PP, en lugar de tratar de rehuir la mentira, se atrevieran a enfrentarse con ella, otro gallo cantaría. Pero esta cobardía y necedad política, ciertamente, darían para otro editorial.

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