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EDITORIAL

Pésimos presagios

A la espectacular sangría electoral de los dos grandes partidos se une la impresionante emergencia de la extrema izquierda y del nacionalismo radical y filoterrorista.

Las urnas han arrasado con los pronósticos y provocado una auténtica convulsión en el panorama político nacional: a la espectacular sangría electoral de los dos grandes partidos se une la impresionante emergencia de la extrema izquierda y del nacionalismo radical y filoterrorista. El escenario, ciertamente, es de pesadilla.

PP y PSOE han cosechado lo que vienen sembrando desde hace tantos años: unos resultados irrisorios fruto de sus mil enjuagues, traiciones e incompetencias. Si estos resultados marcaran tendencia, el bipartidismo que ha conformado la vida política de los últimos decenios podría tener los días contados. Quizá ni siquiera pudiera salvarlo un Gobierno de concentración. El futuro se presenta especialmente tremebundo para un PSOE desnortado y con la extrema izquierda absolutamente salida de madre. El PP, en cambio, tiene el consuelo de ver cómo se ha estrellado Vox, el principal proyecto del regeneracionismo liberal-conservador. Una pésima noticia que incluso puede reforzar a Rajoy, que podría presentarse como valladar frente al extremismo antisistema y seguir perpetrando agresiones de todo tipo contra los principios y valores que en teoría debería abrazar su partido.

Para colmo de males, las fuerzas más encarnizadamente antiespañolas salen reforzadas de este envite, con resultados terroríficos en País Vasco, Navarra y Cataluña. El escenario en estas regiones se torna estremecedor.

Por el lado positivo apenas podemos consignar los resultados de UPyD y Ciudadanos, merecida recompensa a su defensa infatigable de la unidad de España y de su lucha contra quienes quieren destruirla y quienes han permitido que se haya llegado a estos extremos de desvertebración nacional.

Estos comicios no van sino a ahondar la inestabilidad política que padece la Nación desde hace ya demasiado tiempo. España vive una de sus horas decisivas y los problemas, lejos de irse solucionando, se van enmarañando y agravándose. Es la hora de los liderazgos fuertes y decididos. Liderazgos que sólo exhibe la extrema izquierda y el nacionalismo sedicioso. No hay manera de atenuar la gravedad del desafío.

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