El PSC ha ganado las elecciones catalanas y lo ha hecho con cierta holgura, con siete escaños más que el segundo, el partido del prófugo Carles Puigdemont. Sin embargo, será difícil, por no decir imposible, traducir esa victoria en un gobierno de la Generalidad. Los 42 (33 en 2021) diputados de Salvador Illa no son suficientes mientras que los 35 (32) de Puigdemont podrían servir para fraguar un gobierno de coalición entre las formaciones separatistas. A pesar de que los partidos independentistas han perdido la mayoría en la cámara catalana tras el espectacular derrumbe de ERC y también de la CUP, el reparto de escaños prefigura un escenario sumamente incierto y una Cataluña prácticamente ingobernable. Y todo ello en gran medida porque el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es rehén de los votos de Junts y de ERC en el Congreso de los Diputados. De modo que la holgada victoria de Illa en Cataluña puede suponer un verdadero quebradero de cabeza para el líder socialista, que corre el riesgo de perder la Moncloa si no satisface las ambiciones de Puigdemont.
La pérdida de la mayoría absoluta por parte del independentismo no deja de ser una buena noticia, pero la endiablada aritmética parlamentaria que han arrojado las urnas ofrece más salidas a los independentistas que al PSC. La suma de escaños da para un tripartito "clásico", con PSC, ERC y los "Comuns", la versión catalana de Sumar, pero Aragonès ha dejado claro en su comparecencia que ERC prefiere pasar a la oposición que embarcarse en más aventuras con los socialistas. Las consecuencias de haberse convertido en un seguro de vida para el PSOE han sido catastróficas y en absoluto puntuales. ERC viene perdiendo peso elección tras elección y ello coincide con sus acuerdos con los socialistas y con el abandono del separatismo irredento en favor de la gestión.
De modo que ganan los socialistas pero no podrán gobernar y pierden los separatistas, pero su líder, el prófugo Puigdemont, vuelve a erigirse en el actor principal del drama catalán. En el supuesto de que Illa lograse atraer a ERC a un pacto, Puigdemont podría dinamitar la legislatura nacional y acabar con la presidencia de Pedro Sánchez. El dirigente de Junts vuelve a tener la sartén por el mango, igual que sucedió en las pasadas elecciones generales, aunque sus resultados no sean tan espectaculares como auguraban las encuestas de última hora. En realidad sólo ha ganado tres escaños más. Por otra parte, la abultada derrota de ERC provocará cambios internos en la formación republicana que harán aún más enrevesado el panorama político catalán. La CUP también ha experimentado un fuerte retroceso, al pasar de 9 a 5 escaños mientras que Aliança Catalana, la versión de extrema derecha del separatismo, ha logrado dos diputados, menos de los que auguraban los sondeos.
En el plano constitucionalista, el PP ha obtenido unos muy buenos resultados. Pasar de 3 a 15 diputados es una gesta que no se explica tan solo por la absorción del voto de Ciudadanos, que tenía seis escaños. Y aún podrían haber sido mejores sus resultados si no hubieran puesto en duda la candidatura. También es reseñable el hecho de que Vox haya logrado mantener sus once escaños. El papel de ambas formaciones está en la oposición, lejos de cualquier tentación de facilitar las maniobras socialistas.
Así es que estamos ante una amarga victoria del PSC y una dulce derrota de Puigdemont, cuyo resultado le abre muchas más posibilidades de maniobra. Eso debilita a Sánchez, le hace más dependiente de las conveniencias y exigencias separatistas. Si quiere seguir en la Moncloa, deberá satisfacer a Puigdemont. Todo ello aboca a un escenario erizado de curvas que pueden acabar no sólo con una repetición de las autonómicas sino también en un anticipo de las generales.