Las encuestas de última hora pronostican una cerrada pugna entre el PSC de Pedro Sánchez y Salvador Illa y el prófugo Carles Puigdemont, cuya campaña se basa en la amnistía conseguida a cambio de mantener a Sánchez en la Moncloa y en el consecuente regreso del líder del golpe de Estado separatista. El socialismo catalán ha pretendido venderse durante esta campaña electoral como una alternativa al separatismo cuando en realidad es una cara de la misma moneda procesista, un partido sin el cual el nacionalismo no habría impuesto en Cataluña políticas como la inmersión lingüística en las escuelas en contra del español. Ese es solo un ejemplo de la enorme contribución del PSC-PSOE a la Cataluña separatista que ha hecho del odio a España una de sus señas de identidad.
A pesar de algunas proclamas vagamente constitucionalistas, votar al PSC no es muy diferente de votar al partido de Puigdemont. No hay más que ver los apoyos recabados por Illa de exconsejeros de Puigdemont o el fichaje del "major" de los Mossos Josep Lluís Trapero, famoso por la paella con Puigdemont y Rahola en Cadaqués, por no acatar las órdenes del coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos para detener el golpe de Estado y por poner a los mossos de perfil, en el mejor de los casos, durante la asonada y el referéndum ilegal.
Con el mantra del apaciguamiento y con la amnistía, los socialistas contribuyen a la purga del constitucionalismo en Cataluña y a dar alas a los separatistas para que puedan volver a intentar el golpe de Estado, tal como proclaman sus líderes siempre que tienen ocasión. El PSC es el cómplice necesario y ahora mucho más, con un presidente del Gobierno dependiente de manera obscena del prófugo Puigdemont. Un numeroso grupo de exdirigentes del PSOE, juristas, intelectuales y activistas por la igualdad de derechos presentaba esta semana un manifiesto titulado "Por un voto constitucionalista sin engaños" en el que alertaba sobre las nefastas consecuencias de votar al socialismo de la amnistía que consagra la desigualdad ante la ley, al que apoya con entusiasmo la erradicación en Cataluña del español y a quien negocia referéndums separatistas fuera de España y con mediadores internacionales.
El socialismo hace mucho tiempo que abandonó el constitucionalismo. Y nada tiene que ver el PSOE o su facción catalana con el partido que apoyó la aplicación del 155, si bien con muchos matices y condiciones, o se manifestó por las calles de Barcelona en octubre de 2017 contra el golpe de Estado. La desmedida ambición de Pedro Sánchez ha convertido al PSOE y al PSC en formaciones indistinguibles de aquellas dispuestas a demoler nuestra arquitectura constitucional y destruir España. Que el PSC se venda ahora como un partido constitucionalista es una estafa, especialidad que no les es ajena en absoluto al Illa que dirigió el ministerio de Sanidad de Sánchez durante la pandemia.