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EDITORIAL

¿Qué sería de Rajoy sin el miedo a Podemos?

Rajoy está dejando patente que no quiere que se visualice otra alternativa al PP que no sea el caos que representan los extremistas de izquierda

No por vergonzosa debería sorprender a nadie la decisión de Rajoy de rehusar un "cara a cara" electoral con el candidato del principal partido de la oposición, Pedro Sánchez, y de limitar su asistencia al debate en el que estarán también presentes el candidato de Podemos, Pablo Iglesias y el de Ciudadanos Albert Rivera. Rajoy ha sido siempre reacio a la lucha de ideas y a bajar a la arena pública a debatir y a dar explicaciones, y si, en la pasada campaña electoral, se negó a asistir al "debate a cuatro" con la excusa de que Ciudadanos y Podemos no tenían representación parlamentaria, hoy rehuye el cara a cara con el líder de la oposición con la no menos peregrino argumento de que sí asistirá al debate con los cuatro candidatos con mayor representación parlamentaria.

Es evidente que el hecho de que Podemos y Ciudadanos, durante la pasada campaña electoral, no tuvieran todavía representación parlamentaria no justificaba en modo alguno que Rajoy no fuera también a ese debate a cuatro; como el hecho de que ahora sí que la tengan tampoco justifica que Rajoy no vaya también al tradicional cara a cara con el líder de la oposición. Un candidato a la reelección que se precie, como cualquier otro candidato a la presidencia del gobierno, asiste a cuantos debates electorales le sea posible. Y no parece que dos debates sean excesivos para la agenda de un presidente que está en funciones.

En cualquier caso, nos quedaríamos muy cortos si explicáramos este último rehúse de Rajoy sólo por el carácter de quien, como él, parece estar más cómodo con el enclaustramiento propio de un opositor a funcionario que con la audible y visible batalla de ideas que debe librar todo político en la arena pública. Rajoy necesita además ningunear al candidato socialista en favor de una formación radical de izquierdas, como es Podemos, cuyo temor a la misma pueda llevar a millones de votantes decepcionados con el PP a volver a votar a Rajoy.

A este temor al radicalismo de izquierdas que justificadamente siente el electorado liberal/conservador o simplemente moderado de este país, y que, no menos justificablemente se siente traicionado o decepcionado por el PP, lo confía todo Rajoy de cara a recuperar, no el ideario, pero sí el electorado perdido. Ya hace tiempo que el entonces director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, dijo con acierto que la nueva divisa del PP había pasado a ser "In fear we trust", en el miedo confiamos.

Rajoy está dejando patente en campaña que no quiere que se visualice otra alternativa al PP que no sea el caos que representan los extremistas de izquierda. Y nada mejor para afianzar esta disyuntiva que rechazar el cara a cara con el socialista en beneficio de un debate en el que esté presente Pablo Iglesias.

Lo paradójico es que si en España a día de hoy no hay un gobierno socialdemócrata -muy equiparable al que ha presidido Rajoy, pero bajo las siglas del PSOE y Ciudadanos- y una oposición liderada por un PP en trance de recuperar su ideario y, con él, su electorado perdido, se debe únicamente al empecinamiento de Rajoy por seguir en el poder, lo que llevó al PP a votar, junto a los comunistas y a los separatistas, en contra de la investidura de Sánchez.

Ese empecinamiento de Rajoy por que el partido más votado sea el que presida el gobierno, no por legítimo, ha dejado de abocarnos a que Podemos, en lugar de ocupar un puesto secundario en los bancos de la oposición -tal y como ahora estaría de no haber resultado fallida la investidura de Sánchez-, pueda ahora pasar a liderarla o incluso a llegar a presidir el gobierno. Pero al miedo a lo que él mismo ha alimentado lo confía todo Rajoy. Y es que no hay mayor aliado de la decadencia que el temor a la revolución nos obligue a renunciar a la regeneración.

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