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EDITORIAL

¿También esto se va a tolerar?

Nuestro diario ha sido el único medio de comunicación que siempre se ha opuesto y se ha referido de forma crítica a cualquier clase de negociación con ETA, con independencia de cual fuera su finalidad y al margen de que la banda terrorista estuviera o no en tregua. Consideramos que los contactos que Aznar autorizó públicamente durante la tregua eran innecesarios y, por tanto, podían ser contraproducentes para constatar la posibilidad de que ETA, sin contrapartida a sus objetivos políticos, abandonara definitivamente las armas. Ahora bien, equiparar, como han hecho ahora algunos medios de comunicación, estos contactos y su finalidad con los que acaba de mantener clandestinamente el independentista Carod Rovira para que ETA excluya a Cataluña –como mucho, a los “Països Catalans”- de su actual actividad criminal, a cambio de dar cobertura política a los objetivos de la banda, es una bajeza casi tan repudiable como la perpetrada por el propio conseller en cap de la Generalitat Catalana.
 
Lo que fue, por parte de Aznar, un equivocado intento de atajo para lograr que ETA dejara de matar definitivamente sin que los terroristas consiguieran por ello los objetivos por los que venían asesinando desde hacía 30 años, en el caso de Carod Rovira, es un repugnante e intolerable acuerdo para lograr que ETA mate de forma selectiva y poder reclamar los objetivos por los que los terroristas seguirían matando fuera de Cataluña. Lo de Aznar fue un error –secundado por toda la oposición- que el presidente del Gobierno ha sabido enderezar con creces y que sólo perseguía el fin de los crímenes de ETA; lo de Carod Rovira es, simplemente, una canallada de quien es capaz de llegar a unos acuerdos con los terroristas en función del lugar en donde los perpetren.
 
Lo que no pude ser es que la pasada y generalizada condescendencia con las aristas de lo que se llamó “proceso de paz” sirva ahora para que los medios de comunicación quiten hierro -y las equiparen- a una bajeza moral como la perpetrada por los socios del PSC en el Gobierno catalán. No es de recibo que todos estos medios de comunicación, que respaldaron de forma entusiasta la marginación política del partido de Le Pen o incluso la de un partido democristiano como el que pactó en Austria con Haider, no pidan ahora de forma inmediata a Maragall que rompa sus acuerdos de gobierno o que presente su dimisión.
 
No estaría de más que a esta petición se sumara la Fundación Victimas del Terrorismo, con su presidente, Adolfo Suárez, a la cabeza, y declararan “persona non grata” al actual conseller en cap del Gobierno catalán. También sería oportuno una denuncia en el ámbito europeo. Como decía Julían Marías, “hay que reservar las «medias tintas» para los grados realmente intermedios, como sucede con la escala de Mohs, y no rehuir los extremos cuando es menester: una estimación tibia ante lo que merece entusiasmo es un error; un débil desagrado o mohín de displicencia ante lo repugnante es una cobardía”.

En España

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