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Obama vs. McCain

McCain lo tiene difícil, pero no imposible. La gente de su propia campaña, privadamente, dice que "si todo nos sale bien y a Obama todo mal, podemos ganar".

McCain lo tiene difícil, pero no imposible. La gente de su propia campaña, privadamente, dice que "si todo nos sale bien y a Obama todo mal, podemos ganar".

En los últimos tiempos de las primarias, las encuestas nacionales le daban una ligera ventaja a Hillary sobre el candidato republicano y una más ligera todavía a éste sobre el senador por Illinois. Quizás algunos republicanos se pronunciaron malévolamente a favor de la senadora para incrementar sus posibilidades. El partido de la Casa Blanca estaba desconcertado respecto a cual debería ser su rival preferido y por tanto a qué aspirante demócrata dirigir sus venablos. Porque partían del supuesto de que Hillary era mejor para ellos, porque una común fobia contra la ex-primera dama unificaba y movilizaba a todas las facciones del partido. Obama, por el contrario, suscita menos rechazo en las filas republicanas e incluso algunos ven con complacencia su figura o sus cantos de sirena.

En cuanto Hillary tiró la toalla, a su peculiar manera, las encuestas nacionales a favor de Obama experimentaron un abrupto repunte, como si de la noche a la mañana las intestinas heridas demócratas se hubieran restañado, y todos a una hubieran cerrado filas contra el rival. Barack se acercó a los diez puntos de ventaja. Un efecto rebote que pronto experimentó un ajuste a la baja, estabilizándose en los últimos días en torno a cinco por delante de su competidor. Fuera del margen de error de las encuestas, pero no insuperable. Quizás lo más digno de destacar de momento sea que esa cifra es bastante más baja que la diferencia entre votantes registrados como demócratas y los que lo han hecho en calidad de republicanos, que es de al menos el 15%, y mucho menor que la diferencia entre quienes participaron en las primarias del primer partido respecto a los del segundo, que casi los doblaron en número de votantes.

El año es indudablemente demócrata y nadie lo pone en duda. En las elecciones para ambas cámaras del Congreso se espera que los republicanos reciban una paliza. En varios comicios de última hora para cubrir vacantes en la Cámara baja, los demócratas se han apoderado de distritos tradicionalmente republicanos. Pero en Estados Unidos no se vota exactamente de la misma manera en las dos elecciones. Desde finales de la Segunda Guerra Mundial ha sido muy común un presidente republicano teniendo que lidiar con un parlamento hostil. Por eso se dice que en el sistema americano ambos están destinados a entenderse.

Por tanto, colmar y superar una diferencia del 5% no está, en efecto, dentro de lo imposible. Tendremos tiempo de examinar con detalle las ventajas e inconvenientes electorales de cada candidato y por supuesto la evolución de su diferencial en intenciones de voto. Pero el punto de partida es la gran delantera demócrata de conjunto. Para mantenerla necesitan que de verdad se cierren las heridas causadas durante las primarias. Cada uno de los aspirantes ha tenido una clientela muy fiel, de características sociológicas muy definidas. Y a medida que la campaña fue avanzando, creció el número de lo que decían que no estaban dispuestos a votar al otro en las presidenciales, absteniéndose o incluso pasándose al enemigo. La mayor proporción de pronunciamientos en ese sentido se dio entre los votantes de Hillary; sin embargo, las jerarquías del partido sólo se lo tomaron en serio respecto a la masa de afroamericanos por Obama. El peligro de que se hubieran quedado en casa, reconcomiéndose de resentimiento, ha sido superado. Sobre el comportamiento de las huestes de Hillary, habrá que hilar mucho más fino en los análisis.

Por su parte, no está claro todavía que McCain haya aprobado su asignatura pendiente, la de unificar todas las facciones ideológicas del partido. Incluso en la última primaria, cuando era virtualmente el único, superó en poco el 70% de los votos. Y desde luego, con mucha menor movilización que los demócratas, apasionados por el duelo entre sus dos campeones. Veremos qué nos dicen las encuestas a lo largo del verano. Quizás el tema llegue a los exámenes de septiembre, es decir, a la convención republicana, que se celebra en los primeros días del mes.

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