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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Memoria selectiva

La leyenda rosa considera que el PCF fue siempre un partido profundamente patriótico, de izquierdas, desde luego, pero francés, que inspiró el Frente Popular antifascista, fue el líder de la resistencia y jamás tuvo nada que ver con Hitler, y sólo breves relaciones diplomáticas con Stalin. Tuvo suerte el movimiento comunista en el mundo entero de que la existencia oficial de dicho pacto fuera tan breve: de 1939 a 1941.

La leyenda rosa considera que el PCF fue siempre un partido profundamente patriótico, de izquierdas, desde luego, pero francés, que inspiró el Frente Popular antifascista, fue el líder de la resistencia y jamás tuvo nada que ver con Hitler, y sólo breves relaciones diplomáticas con Stalin. Tuvo suerte el movimiento comunista en el mundo entero de que la existencia oficial de dicho pacto fuera tan breve: de 1939 a 1941.
No entiendo porqué se ha querido crear un acontecimiento con una noticia administrativa, que en sí no lo es. Claro que Picasso es un pintor genial y además un famoso, lo fue rápidamente, pero al principio en negativo, en el lenguaje popular cuando se decía un “picasso” significaba un picio. Pues por lo visto, el 3 de abril de1940, o sea pocas semanas antes de la entrada de las tropas nazis en París, Pablo Ruiz Picasso pidió la nacionalidad francesa y las autoridades se la negaron. Este magno acontecimiento ha suscitado un libro y una exposición itinerante, inicialmente presentada en la Prefectura de Policía de París, y que se dará una vuelta por otras Prefecturas de provincia. Me pregunto qué puede contener dicha exposición, ¿la carta de Picasso, con la respuesta negativa de la Prefectura o del Ministerio? Pues ustedes me dirán qué interés puede tener aquello. Situemos el momento: en abril de 1940 estamos a finales de la “drole de guerra” entre Francia y Reino Unido contra la Alemania nazi y sus aliados, la ofensiva relámpago del ejercito alemán ya había obtenido grandes éxitos, debido a su superioridad militar, pero también porque los franceses se negaban a combatir. La victoria nazi estaba a la vista.
 
En esas circunstancias, Picasso pidió la nacionalidad francesa pensando ingenuamente que eso podría protegerle. Sabía que desde 1939 las autoridades francesas habían tomado una serie de medidas discriminatorias contra extranjeros, con criterios absurdos: confinaban a alemanes antinazis, a judíos, a otros refugiados que habían huido el nazismo... sobre la base del color de su pasaporte y no de sus actividades e ideas. En suma, confinaban a antinazis. Dicho sea de paso, si esa petición de mano de Picasso a Francia sólo se ha conocido recientemente es porque los nazis se hicieron con los archivos de la Policía francesa y se los llevaron a Berlín, y los soviéticos, en 1945, se hicieron con los archivos nazis y se los llevaron a Moscú. Con la apertura parcial de los famosos archivos de Moscú, algunos han vuelto a París y se conoció recientemente la gran noticia. ¡Picasso quiso ser francés! Pero las derechistas autoridades galas (a veces se diría que están hablando del futuro gobierno de jVichy!) le negaron su entrada en el paraíso ¡porque era filocumunista!
 
En los comentarios sobre el evento yo noté dos cosas, la primera es la eterna arrogancia francesa, y sobre todo la ocultación absoluta de un aspecto fundamental de la época, por parte de los comentaristas: era el periodo del pacto nazisoviético y el PCF lo defendía a rajatabla y atacaba las plutocracias occidentales, y eso en plena guerra, hasta el punto de que las autoridades francesas tomaron medidas contra dicho partido por “colaboración con el enemigo en tiempos de guerra”. No se trató de una prohibición total, ya que si suprimieron su “órgano” central, L’Humanité, años después y para intentar hacer olvidar su apoyo al pacto nazisoviético, se vanagloriaban por no haber votado en la Cámara los plenos poderes a Petain, quién obtuvo sin embargo la mayoría.
 
Por lo tanto sus diputados no estaban encarcelados ni expulsados del Parlamento. Maurice Thorez, el líder máximo, fue condenado como desertor porque se negó a ser movilizado y se fugó a Moscú, con la colaboración de los nazis. Lo mismo le ocurrió a Lenin, pero entonces Alemania no era nazi. En esa situación, de la que he recordado sólo algún detalle, que a un pintor por genial que sea se le niegue la nacionalidad francesa debido a sus simpatías filocomunistas no me parece un crimen contra la Humanidad, hubo cosas peores. Pero lo que no recuerdan los comentarios en esta ocasión es que Picasso, pese a ser extranjero y filocomunista, no tuvo el menor problema durante la ocupación nazi, siguió vendiendo sus cuadros “decadentes” y en las fotos de la época se le ve con Jean Cocteau y otros famosos, como si vivieran en otro planeta, como si la guerra no les concerniera. Claro que no eran judíos.
 
Después de la guerra, y como si quisiera protegerse, una vez más, en este caso de los rumores sobre su “dolce vita” durante la ocupación, se afilió al PCF y escribió con este motivo una cursilada: “Voy al partido como se va a la fuente”. Como nadie lo ha dicho, menester es recordar que en marzo de 1940 fue elegido presidente del Consejo, Paul Reynaud, y mientras Maurice Thorez desertaba y Picasso bebía champán, Reynaud fue deportado por los nazis de 1942 a 1945 por haber intentando, inútilmente, proseguir la guerra contra Alemania y haberse opuesto a Petain. Pero la memoria selectiva se ha olvidado de estos detalles, como se ha olvidado del pacto nazisoviético.
 
Como se acaba de demostrar de nuevo con los magros festejos con motivo del centenario de L’Humanité, la leyenda rosa considera que el PCF fue siempre un partido profundamente patriótico, de izquierdas, desde luego, pero francés, que inspiró el Frente Popular antifascista, fue el líder de la resistencia y jamás tuvo nada que ver con Hitler, y sólo breves relaciones diplomáticas con Stalin. Tuvo suerte el movimiento comunista en el mundo entero de que la existencia oficial de dicho pacto fuera  tan breve: de 1939 a 1941, hasta que los ímpetus imperiales de Hitler le impulsaran a atacar a la URSS, en junio de 1941. Sin esa agresión, Stalin hubiera seguido colaborando con los nazis, pese a la guerra, y todos los partidos comunistas del mundo, lo mismo.
 
Por lo tanto, jamás fueron resistentes antinazis sino combatientes comunistas, incondicionalmente sometidos a Stalin. Les pidió colaborar con los nazis, colaboraron; les pidió luchas contra los nazis, lucharon. Y entonces, en sus declaraciones oficiales como en testimonios personales, no sólo lo reconocían sino que estaban orgullosos de ello. Este pacto, que casi se ha esfumado de la Historia, fue mucho más que un simple acuerdo de “no agresión”, como a veces se le sigue presentando. Ya se ha dicho, pero como nadie quiere enterarse, menester es repetirlo: desde 1937 tenían lugar en Berlín, como en Moscú, negociaciones secretas entre nazis y soviéticos. Estas negociaciones comenzaron a surtir efecto a partir de 1938 en España, único país europeo entonces en guerra y donde Alemania y la URSS combatían en campos opuestos.
 
Resulta evidente que Stalin inició sus concesiones a Hitler en nuestro país: las Brigadas Internacionales se retiran, los consejeros militares, políticos, “especiales” soviéticos, como de la Internacional comunista, lo mismo; ya no se envían más armas compradas, los más importantes dirigentes del PCE, Díaz, Ibarruri, Antón, etcétera, están en Moscú meses antes de la victoria de Franco. Pero para mantener el mito de la resistencia hasta el final (que un día podría ser útil, y lo ha sido) dejan en España a dirigentes de segunda fila, españoles como internacionales. Pero la retirada soviética de nuestra guerra civil es lo suficientemente significativa para que Hitler la tenga en cuenta y acepte repartir Polonia con la URSS, “regarla” a los países bálticos, y todo lo demás, todo lo que existió y se oculta para que Llamazares pueda almorzar con Zapatero.
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