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Ignacio López Bru

Tiempo nuevo

No sabemos quién planificó ni quién ejecutó los terribles atentados. Pero sí sabemos que la Versión Oficial es una farsa –siniestra– de principio a fin.

No sabemos quién planificó ni quién ejecutó los terribles atentados en los trenes de cercanías de Madrid. Pero sí sabemos que la Versión Oficial es una farsa –siniestra– de principio a fin. Y si se montó, está claro que fue para tapar a los verdaderos autores, intelectuales y materiales. Muchas son las incógnitas, pero, como analizo en Las cloacas del 11-M, es muy probable que los mandos policiales y políticos de Interior del PP cayeran en una trampa letal que les tendieron en relación a una eventual desarticulación total de ETA, como en Omagh, pero se encontraron con 192 muertos y la eventualidad de que les echaran la culpa de la masacre por no haberlo evitado cuando pudieron hacerlo, y porque es muy probable que infiltrados en la banda pudieran haber confeccionado los explosivos letales –o parte de ellos– sin saber para qué iban a ser utilizados. Todo un escenario para hacerle al Gobierno "ofertas indeclinables", que explica no sólo el silencio cómplice del PP, sino la presunta colaboración activa de elementos de sus terminales policiales en la gestación de la falsa Versión Oficial.

Y es presumible que esas ofertas llegaran, como se desprende de la Gran Soflama (Cadena SER, min 33:18) que soltó Iñaki Gabilondo a las 11:33 del mismo día 11, con los cuerpos aún calientes de nuestras víctimas, en la que pedía un tiempo nuevo, que consistía, como si fuera una oportunidad única, en "pasar página" e inaugurar lo que parecía un periodo constituyente (como en "la Transición o los Pactos de la Moncloa" [sic]), en el que, se entendía perfectamente, la negociación política con ETA fuera la piedra fundacional. Pero José María Aznar no se allanó, y a las 14:30 dijo aquello de

No vamos a cambiar de régimen ni porque los terroristas maten ni para que dejen de matar... No hay negociación posible ni deseable con estos asesinos... Quien decide es el pueblo español.

Unas palabras sólo entendibles si Aznar hubiera recibido esa mañana ofertas como las que se oyeron en la SER. Y ahí cavó Aznar su tumba.

Ese es el momento clave. Un atentado que había sido cometido no sabemos por quién, pero con las señas de identidad de ETA –en los trenes explotó, como poco, Titadyn–, se decide en ese momento islamizarlo para acabar con el PP representado por Aznar. Es cuando empiezan a aparecer las pruebas falsas (Renault Kangoo, mochila de Vallecas), mientras se destruyen todas las pruebas del escenario del crimen, vagones incluidos. Y en los días subsiguientes se escenificó una reedición –aunque de baja intensidad– de la Guerra Civil, con el mayor ataque por parte de la izquierda a la convivencia que haya sufrido España desde 1934 o 1936.

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