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Ignacio Villa

Cien días de Gobierno

La incorporación de España al euro hace diez años nos ha acostumbrado a vivir a un ritmo frenético de consumismo y de comodidad. Se nos habían olvidado las dificultades económicas.

Este martes se cumplen cien días de Gobierno, cien días de crisis galopante e incontrolada por un Ejecutivo más pendiente de la imagen, de los golpes de efecto y de los titulares que de la labor de gestión y del bienestar de los españoles. La crisis política que ha vivido el Partido Popular durante cuatro meses ha ocultado y amortiguado una crisis económica que hemos sufrido como nadie, pero ahora que los populares comienzan a sobrellevar mejor lo suyo, los datos económicos están aflorando en toda su crudeza.

La situación es muy mala y Rodríguez Zapatero parece empeñado en no aceptar la realidad. A base de piruetas dialécticas, frágiles diques rompeolas, amagos disuasorios y huidas infantiles ha pretendido desviar nuestra atención de la brutalidad de la crisis. Al final las evidencias son tan contundentes que no tiene por donde salir. La crisis está aquí, y las angustias diarias que ya se viven en muchos hogares españoles impiden ocultarla.

Cien días de Gobierno que lejos de ser una celebración se han convertido en una bufonada. Un presidente ofuscado que no quiere reconocer lo que está pasando y una ciudadanía agobiada. No estamos ante una cuestión electoral. No cabe hablar de crispación, pues no estamos ante tácticas políticas. Los números cantan, las cifras apabullan, las carencias asfixian y el Gobierno sigue mirando hacia otra parte pensando que estamos ante una tormenta de verano. Y lo que es más grave, cuanto más tiempo pasemos así, más angustiosa será la situación.

Zapatero ha preparado para este martes una celebración de los cien días. ¿Qué puede celebrar un Ejecutivo atrofiado por la soberbia e incapaz de sacarnos de la crisis? ¿Cuál es el trayecto que nos tiene preparado? ¿Dónde están las soluciones? ¿Qué ideas pueden aportar? Estas son algunas de las muchas preguntas a las que el Gobierno carece de respuestas. El presidente prefiere encerrarse en su torre de marfil, imbuido en un mundo feliz sin soluciones reales, pero cómodo para el poder. Todo es de color de rosa en el universo presidencial. Todo tan maravilloso que la caída promete ser sonora.

Estamos ante la crisis económica que más daño nos puede hacer en décadas. La incorporación de España al euro hace diez años nos ha acostumbrado a vivir a un ritmo frenético de consumismo y de comodidad. Se nos habían olvidado las dificultades económicas. Es por eso que, en cierto modo, todo lo que pueda venir desde ahora no tiene precedentes. No es tremendismo, es la triste realidad.

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