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Ignacio Villa

La búsqueda del equilibrio

La propuesta realizada por José María Aznar en el último Congreso del PP sobre el Pacto Local se puede considerar como un importante acierto político en la recta final de la legislatura. Es una de esas iniciativas con suficiente calado que no necesita de globos sondas, ni de filtraciones, ni de movimientos subterráneos para acaparar el protagonismo que se merece.

Pero al mismo tiempo, es una iniciativa que requiere buena mano para llevarla adelante; para no estrellarse al final, borrachos de éxito.

La propuesta de Aznar no va en contra de las Autonomías, no es un ataque a la permanente y cansina actitud reivindicativa que los nacionalismos ejecutan, desde siempre, en los Gobiernos vasco o catalán. Pero es, sin duda, un buen contrapeso a las inquietudes con aires independentistas que fluyen por los intereses del nacionalismo. Con el protagonismo que el presidente Aznar quiere dar a los Ayuntamientos, se busca un equilibrio en los poderes y en las transferencias que ahora mismo ya tienen bajo sus paraguas las Autonomías. Con la propuesta del Pacto Local se pone a la vista las intenciones, habitualmente partidistas e interesadas, de los partidos nacionalistas. Con el nuevo peso específico que van a disfrutar las Corporaciones Locales se descubre el afán egoísta de pervivencia que alimentan los nacionalismos.

El Gobierno, durante los últimos años, ha cerrado el ciclo autonómico. Ha acelerado las transferencias. Ha articulado los cauces del poder. Pero, sobre todo, ha acuñado dos conceptos básicos e imprescindibles para el Estado autonómico: la corresponsabilidad fiscal y la cooperación en el mantenimiento del equilibrio presupuestarios. Aznar, hay que reconocerlo, ha sabido desarrollar el poder autonómico a cambio de exigir que todos se aprieten el cinturón. Aznar ha sabido desarrollar un buen discurso autonomista, un discurso que, en muchas ocasiones, no ha gustado en Barcelona y en Vitoria, y ese es el mejor síntoma de haber acertado en la estrategia.

En muchos Gobiernos autonómicos sin control, no sabían lo que era la correcta administración y la rendición de cuentas; y eso ya se ha acabado. El gasto es de todos, y todos tienen que explicarlo.

Situadas, pues, las Comunidades Autónomas en su sitio, ahora hay que equilibrar el poder. El mecanismo escogido parece el correcto, aunque la iniciativa del Pacto Local puede tener dos peligros: uno externo y otro interno. El peligro externo es el Partido Socialista. El Pacto Local ha cogido a los socialistas con el pie cambiado y sin una alternativa concreta. El PSOE puede buscar una salida airosa con un acuerdo que beneficie a todos o, por el contrario, puede refugiarse en la actitud destructiva que últimamente aplica a todo lo que toca. Esta vez, si opta por la destrucción, se equivoca. El desarrollo correcto del modelo de Estado requiere un gran Pacto, y si el PSOE se lanza al monte del despropósito cometerá un gran error.

El peligro interno que tiene el PP para poner en marcha el Pacto Local son sus propios presidentes autonómicos y también algunos alcaldes que pueden buscar un protagonismo fuera de lugar. Por ello, parece necesario que los populares unifiquen criterios y actitudes en su casa y eviten aventuras individuales que podrían romper el objetivo correcto de la iniciativa.

El Pacto Local llega en el momento adecuado. Ahora hay que ejecutar la iniciativa correctamente en beneficio de todos. Su aplicación será un buen ejemplo del equilibrio necesario.

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