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Narváez decía que "gobernar es resistir". Otros piensan que es actuar sobre la realidad para transformarla según una idea preconcebida. Zapatero no está de acuerdo. Él cree que gobernar es sonreír. Se lo dijo a Pedro J. el viernes: "Me he impuesto a mí mismo practicar el método de la sonrisa, que creo que es la mejor fuente de complacer a los demás". Ahora ya sabemos por qué está siempre risueño. Se presenta así porque la risa es el mensaje. No hay nada más, ése es el programa, y por eso es imposible encontrar una sola idea que aplaudir o criticar tras leer las siete páginas de la entrevista que concedió a El Mundo.
 
Los psicólogos afirman que el "talante" es un subproducto, algo que los demás perciben o interpretan con independencia de cuál sea la voluntad de la persona que lo posee. Sostienen que es, simplemente, un estado de ánimo, no la consecuencia de un juicio moral, ni mucho menos un parámetro ético. Zapatero no está de acuerdo. Su máxima aspiración es que el epitafio de su labor política rece: "No cambié como persona". Se lo confesó a Pedro J. el viernes.
 
Los filólogos sostienen que la palabra "diálogo" significa conversación entre dos o más personas; y que no se debe confundir con el vocablo "negociar", al que únicamente habrá que recurrir cuando se trate de ponerse de acuerdo en alguna cosa. Zapatero discrepa. Él cree, primero, que son sinónimos; y segundo, que no significan nada. Por eso, le pudo confesar a Pedro J. el viernes que su decisión de impedir el trasvase del Ebro "es muy firme". Para luego, sin solución de continuidad, añadir: "Tengo el convencimiento de que el señor Camps y el señor Valverde puedan estar en una actitud dialogante".
 
Los filósofos defienden que la "lógica" es la ciencia que expone las leyes del razonamiento humano. Zapatero dejó claro ante Pedro J. que no está de acuerdo. "¿Qué tienen que ver los chiíes y los suníes con Al-Qaeda?", se preguntó. "Absolutamente nada", respondió a continuación. Por tanto, fue esa disidencia epistemológica la causa de que se viera obligado a animar el acoso a todas las sedes del PP durante la jornada de reflexión.
 
Los dialécticos mantienen que los "argumentos" son los razonamientos necesarios para demostrar o refutar algo. Zapatero nunca ha oído hablar de los dialécticos. Por eso, cuando Pedro J. le pregunta si cree posible una huída de capitales ante sus anunciadas subidas de los impuestos sobre esas rentas, el presidente replica tranquilamente: "No, no creo". No lo cree, eso es todo. Tampoco cree que Marruecos invadirá otra vez Perejil. ¿Por qué? Pues porque "es impensable". Y punto. Los que no tienen ninguna duda sobre la españolidad de Ceuta y Melilla, dirían a Pedro J. que esa cuestión no tiene que ser un problema. Zapatero necesita dos palabras más que todos ellos para responder a la misma requisitoria. Así, replicó que "en principio, Ceuta y Melilla no son un problema".
 
El diccionario dicta que el "humor" es facultad de descubrir lo que es cómico o gracioso. Y Zapatero se puso muy serio para sorprender a Pedro J. con la exclusiva de que a España le interesa pertenecer a la Unión Europea: "Nos interesa estar ahí porque a España le conviene una Europa unida". También ordena que "ridículo" será lo que por su extravagancia produzca risa. No recuerdo esta última definición porque Rodríguez diga que "puede dar alguna lección" a Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo islámico ("internacional", dice él). No, no es por eso. Es porque se lo soltó a Pedro J. con una sonrisa en los labios, "la mejor fuente de complacer a los demás".

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