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Juan Carlos Girauta

Error

mientras el equipo de bomberos habitual trata de convencer a los españoles de que han visto una película muy diferente de la que recuerdan, lo cierto es que la amplia derecha vuelve respirar y vuelve a confiar

No es que el ex presidente, solo ante el peligro, ganara al socialista que quiso instruir un proceso general de tipo inquisitorial sin una sola concreción que avalara sus graves acusaciones; no es que superara sin ningún problema las trampitas de un educado convergente; no es que dejara en el mayor de los ridículos al indescriptible ser que representaba al independentismo catalán; no es que toreara al resabiado peneuvista y al desdibujado, torpe, perezoso y aturdido resto de agresores: es que se los comió a todos con patatas.
 
Una de las cosas que más sorprende de las izquierdas y de los centrífugos que conforman el frente aglutinado en su día en torno al odio y a la larga y compartida frustración, es que realmente se creen la caricatura que pintaron con la brocha gorda. Aparte de no informarse, de no hacer los deberes, de caer víctimas de una falta de fe en el esfuerzo personal que traslucen fielmente su filosofía y sus actos de gobierno, el mayor error del nutrido frente antiaznarista que había de culminar en el Congreso el linchamiento de su bestia negra, es su tendencia a infravalorar a quien les da sopas con honda en todos los capítulos de la gestión y de la ética. No sé cómo se explicarán, teniéndole por tan poca cosa, que Chirac y Schroeder lo temieran tanto, que se haya retirado tan joven con una hoja de servicios con la que ellos no se atreven ni a soñar. Hay que estar ciego para no ver que el que desprecian es mucho más resistente, tenaz, competitivo y experimentado que todos ellos juntos.
 
Ahí está el resultado: mientras el equipo de bomberos habitual trata de convencer a los españoles de que han visto una película muy diferente de la que recuerdan, lo cierto es que la amplia derecha vuelve respirar y vuelve a confiar. No se puede inventar a un líder; el don le toca a quien le toca, y el líder moral de la derecha no está en activo, lo que no significa que no pueda cumplir su papel en la recuperación de la autoestima de millones de ciudadanos.
 
Lo que no lograban por falta de competencia trataron de alcanzarlo por agotamiento. Que tome buena nota el Partido Popular. El presidente Rodríguez no se merece once horas de preguntas porque está bien que el récord lo ostente Aznar, pero se merece diez. Hacia la quinta o la sexta estará cantando la Parrala.

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