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Maite Nolla

Me he leído el libro de Aznar

La herencia de Aznar, en cuanto al crecimiento económico y al empleo, por poner dos ejemplos, Zapatero se la ha fundido. Negar eso te puede llevar a presentar un informativo en Cuatro o en la Sexta –perdón por la redundancia–, pero es mentir.

Me he leído el libro de Aznar sobre la crisis. ¿Gracias a la medicación? Pues no, no está nada mal. Para empezar, de economía, economía, habla poco. Es un libro sobre política y sobre la política actual.

Sin olvidarse de echarle un guiño a su adorado Tony Blair y de cobrarse alguna deuda pendiente, Aznar describe con bastante claridad y contundencia las causas de la crisis económica. Explica por qué está afectando más a unos países que a otros y advierte que con un equipo de zafios encabezado por Zapatero, España, si sale de la crisis, lo hará después y peor que otros países de nuestro entorno y de lo que no es nuestro entorno. Pese a lo que digan Iñaki Gabilondo y la propaganda rastrera del PSC y, en todo caso, al margen de la caricatura progresista que de él se ha hecho, Aznar no nos metió en la crisis, sino que llevó a España a entrar en el euro cuando no cumplíamos ni una sola de las condiciones para ello. Y la herencia de Aznar, en cuanto al crecimiento económico y al empleo, por poner dos ejemplos, Zapatero se la ha fundido. Negar eso te puede llevar a presentar un informativo en Cuatro o en la Sexta –perdón por la redundancia–, pero es mentir.

Otra cosa son sus logros políticos, sobre los que, digamos, exagera un poco. Siendo, en general, sus ocho años positivos –excelentes si lo comparamos con lo que hay ahora–, se dejó demasiadas cosas sin hacer, algunas de ellas inexplicables, como el mantenimiento de la Ley de Propiedad Intelectual en los mismos términos que ahora, por no recordar el tema de los medios de comunicación; Prisa no se contrarrestaba con un Pepeprisa, sino con más libertad, menos trabas y cumpliendo la ley.

No digo que Aznar no tuviera la voluntad de crear organismos reguladores independientes, tribunales dignos de ese nombre y, en general, mecanismos de control al poder a los que el poder tuviera miedo o al menos respeto; pero es evidente que no lo consiguió. Pasó con Endesa, un caso que hoy nos parece la prehistoria, y, sobre todo, con el Tribunal Constitucional. No puede ser que un gobierno logre sacar adelante esta o aquella ley, porque la mayoría progresista vote a favor. Pero es que lo contrario, es decir, que los magistrados conservadores actúen como conservadores y no como magistrados, como es obvio, tampoco me parece bien.¿Que poner fin a eso tenía un coste político? Claro, pero no se hizo, y si no, que se lo digan a los alemanes de Endesa y que les pregunten por Maite Costa, a ver qué tal. Después de trece años de Felipe, ocho de Aznar y cinco de Zapatero, en España no decide la legalidad ni la seguridad jurídica, sino el origen de los magistrados o de los consejeros. 

Pero el gran error de Aznar fue el error eterno del PP: Cataluña. Cierto que en 1996 puede que no le quedara otro remedio, pero en 2000 no tenía excusa. Para no alargarme: ¿hubiera nacido Ciudadanos en la época de Aznar? ¿La situación del PP en Cataluña con Aznar hubiera evitado que un número sin determinar de votantes del PP votaran a unos artistas e intelectuales de izquierdas? Sí a la primera, no a la segunda.

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