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Miguel del Pino

Salvar las ballenas... por un dólar

La humanidad ha estado a punto de extinguir a las mayores especies de cetáceos antes de llegar a comprender sus adaptaciones a la vida en el mar.

Uno de los momentos clave en la salvación de la extinción a que se veían abocados los grandes cetáceos a mediados del pasado siglo se produjo cuando un avispado habitante de la costa californiana montó una garita de madera con un pequeño telescopio en su interior, y enfocó hacia una zona marina muy recorrida por las ballenas en sus migraciones. "Vea una ballena por un dólar", era su cartel anunciador del "chiringuito".

El anónimo genio de la publicidad acababa de demostrar que una ballena viva podía valer más que una ballena muerta. Había comenzado la salvación de estos maravillosos animales y obviamente este principio podía extenderse a tantas otras especies de la fauna amenazada. Es preciso poner en valor la vida animal y calcular los beneficios económicos que la conservación puede acarrear.

Siete siglos de persecución

La historia de la caza ¿o mejor llamarle pesca? de la ballena remonta sus fuentes documentales al siglo XIII, y no solamente corría a cargo de los hombres del norte, ya que buena parte desempeñaron los "mareantes" cántabros y vascos, algunos de cuyos descendientes ostentan aún con orgullo en sus escudos la figura de la ballena. Al principio, la cacería se iniciaba cuando ojeadores situados en la costa avistaban el resoplar del cetáceo y daban aviso a los balleneros que botaban unas pequeñas chalupas y salían en busca de su presa para capturarla arponeando "a brazo". Está claro que se trataba de una acción venatoria heroica y muy peligrosa, y que estas técnicas jamás habrían supuesto un peligro para la supervivencia de las especies de ballena que se acercaban al litoral.

A partir del siglo XVI las labores de captura pasan a realizarse en alta mar, en función de las grandes mejoras producidas en las embarcaciones, que ya no son chalupas, sino verdaderos barcos balleneros, capaces de matar a la ballena, trocearla y fundir su aceite en el lugar de la captura. Se entabla así una lucha entre arponeros y cetáceos que se desequilibra cuando en el siglo XIX el noruego Sven Foyn inventa el cañón arponero.

Disparando el arpón desde una distancia que prácticamente blinda la integridad de los mareantes, el camino para las capturas excesivas queda abierto. Barcos arponeros de casi un centenar de países persiguen a las ballenas por todos los mares del mundo, incluso por sus santuarios de cría. Las aguas próximas a la Antártida en especial son convertidas en un gigantesco matadero y las especies más lucrativas como el gran rorcual azul, o el cachalote, llamado en el lenguaje ballenero "ballena espermática", empiezan a ver seriamente comprometida su supervivencia.

Maravillosos y poco conocidos animales

Los cetáceos son mamíferos estrictamente adaptados a la vida acuática. Algunos penetran en los grandes ríos, pero la gran mayoría son marinos por excelencia.

La humanidad ha estado a punto de extinguir a las mayores especies de cetáceos antes de llegar a comprender sus maravillosas adaptaciones a la vida en el mar y sus prodigiosos mecanismos de navegación y buceo. El cachalote (Physeter catodon) es el mamífero que puede alcanzar mayores profundidades de inmersión, llegando hasta los más profundos fondos marinos en busca de los calamares gigantes que constituyen su plato favorito. Posiblemente su batiscafo biológico se encuentre en las cavidades del cráneo ocupadas por una de las pocas ceras existentes en el mundo animal, llamada "ambar gris" o "esperma de ballena", producto que fue la causa de su persecución implacable para su utilización en la industria de perfumería y cosmética.

Como los delfines y las orcas, el cachalote es un Odontoceto, o cetáceo con dientes. Las verdaderas ballenas son Mysticetos, es decir, cetáceos con barbas, unas grandes varillas filtradoras que permiten la alimentación a base de krill, una masa de pequeños crustáceos y otros componentes del plancton. Paradójicamente el animal más grande que jamás ha existido en nuestro planeta, la ballena azul, se alimenta de presas diminutas, aunque en cantidades industriales: el gran cetáceo abre su inmensa boca, atrapa una masa de agua con krill, la lengua actúa como émbolo expulsando el agua y a continuación traga la biomasa retenida por las barbas.

En los siglos de gran persecución no sólo se utilizaba la grasa de la ballena, tras fundir la carne, o el ámbar de las cavidades craneanas, sino también las barbas de los mysticetos, que solían convertirse en varillas para los corsés femeninos, auténticos instrumentos de tortura al servicio de la tiranía de la moda.

Decíamos que la ballena azul es el gran gigante animal en la historia de la evolución, de manera que el naturalista sueco Linneo, padre de la nomenclatura biológica, demostró su sentido del humor al adjudicarle el nombre de Balaenoptera musculus, derivado de mus, ratoncillo. "Ballena ratón" quiere decir exactamente.

Los cetáceos con barbas comprenden diez especies repartidas en cinco géneros y tres familias. El tamaño y el peso oscilan entre los dos metros y tres toneladas de la ballena pigmea y los veintisiete metros y trece toneladas en el rorcual azul. Las tres familias son los Eschrictidos, con la ballena gris como principal ejemplo, los Balenidos, con las llamadas ballenas francas, como la vasca y la pigmea, y los Rorcuales o Balenopteridos, con las ballenas Xibarte, famosas por sus cantos, y el gigantesco rorcual azul.

A pesar del intenso contacto derivado de la persecución a que hemos sometido a estos animales, debemos reconocer que sabemos muy poco de ellos. Apenas conocemos la organización de sus manadas o sus mecanismos de navegación, ni mucho menos sus vocalizaciones y cantos o las razones de sus frecuentes varamientos en la costa, que suelen afectar a manadas enteras y que de forma tan sensacionalista como errónea fueron calificados de "suicidios".

El turismo ballenero

Al llegar a los años cuarenta del siglo pasado se inician los movimientos de sensibilización sobre el peligro de extinción que amenazaba a la mayor parte de las especies de grandes cetáceos. El año 1946 se crea la Comisión Ballenera Internacional. España realiza su última campaña ballenera en 1954, y en los años setenta "salvar las ballenas" se convierte en unos de los "gritos de guerra" del movimiento ecologista, especialmente desde la espectacular acción de activistas de Greenpeace que interponen uno de sus barcos entre el cañón de un ballenero japonés y su presunta presa.

En 1986 la Comisión Ballenera internacional consigue la primera moratoria de caza, a la que siguen la creación de santuarios de cría y sobre todo un cambio de orientación de la captura ballenera al llamado turismo ballenero.

Más de un billón de dólares anuales produce el turismo ballenero al cabo de pocos años de su implantación. Noventa países ven incrementadas sus rentas gracias a la actividad de los barcos que ahora siguen a las ballenas no para matarlas, sino para que los ilusionados turistas jueguen a avistar sus aletas o sus resoplidos. Algunos de estos países figuran entre los que están en vías de desarrollo, de manera que esta circunstancia aumenta el interés de la actividad.

España no ha sido ajena al turismo ballenero, especialmente en aguas de las Islas Canarias, con un espectacular corredor de cetáceos entre la Gomera y el Hierro. También Baleares y Andalucía, sobre todo en las proximidades del Estrecho, han generado desde los años noventa una intensa y rentable actividad, hasta el punto de que ha sido necesario poner coto y dotar de reglamentación a la navegación en torno a las ballenas.

El Real Decreto BOE 12 de enero de 2008 viene a regular la actividad de seguimiento de cetáceos con finalidad turística. Se dictan una serie de normas y prohibiciones, y se establecen espacios de protección con distancias mínimas de sesenta metros para acercarse a los animales. No está permitido molestarlos ni tocarlos en modo alguno, ni contaminar sus aguas con basuras ni con sonidos estridentes.

Noruega y Japón pasarán a la Historia como los últimos cazadores de ballenas. Los japoneses, expertos balleneros sin duda, han llegado a aducir "finalidad científica" en la caza de algunos escasos rorcuales, actividad que excluye cualquier comentario.

En cuanto a España, que fue pionera entre los balleneros de los tiempos heroicos de la captura a brazo, con expediciones hasta el gran Norte y hasta la desembocadura del río San Lorenzo, que fue llamada "Nueva Vizcaya"; podemos sentirnos muy satisfechos de ser en la actualidad no sólo uno de los países pioneros en la aceptación de la moratoria de caza, sino también del desarrollo del turismo ballenero y de su regulación y control en la actualidad.

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