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Miguel del Pino

Fernando VII, un rey ganadero de bravo

La Casta Vazqueña del toro bravo.

La Casta Vazqueña del toro bravo.
Toro de Veragua en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid | MNCN-CSIC

El primer ganadero de toros bravos conocido históricamente fue el utrerano Gregorio Vázquez, no científico sino hombre de campo; don Gregorio reunió en su vacada fundacional reses bravas de diferentes orígenes, como Ulloa, Cabrera, Bécquer y Vistahermosa. A su fallecimiento, ocurrido en 1778, le heredó su hijo Vicente José Vázquez, verdadero fundador de la Casta Vazqueña.

El año 1790 la vacada parecía estabilizada en la mayor parte de sus caracteres, a pesar de las hibridaciones en que se basaba su origen. La primitiva divisa encarnada y blanca que lucían los toros vazqueños se convirtió en fija después de la Guerra de la Independencia, y es conservada en la actualidad por los herederos de Juan Pedro Domecq y Díaz; estos mismos ganaderos conservan la antigüedad: 2 de agosto de 1790, oficialmente atribuida a Vicente José Vázquez.

Se cuenta que Vázquez fue el ganadero que mayor cantidad de reses bravas llegó a poseer, con una vacada que superaba las diez mil cabezas y que competía con ventaja con la de Vistahermosa, su gran rival en su época. Fernando VII concedió a este ganadero diferentes títulos nobiliarios, como el de conde de Guadalete; su amistad con el mariscal Soult le hizo tener que cargar con la leyenda de "afrancesado".

Después de ser ganadero durante medio siglo, Vicente José Vázquez falleció sin herederos forzosos, el 11 de febrero de 1830. Su testamentaría fue encomendada al general Vicente Jenaro Quesada, que vendió la mayor parte de la misma, en lo referente a la ganadería brava, al rey Fernando VII que fundó la Real Vacada, con más de setecientas cabezas. La Real Vacada lidió por primera vez el 22 de julio de 1833, después de un legendario viaje de la reata adquirida desde tierras utreranas hasta los pastos salitrosos de la vega madrileña del Jarama.

Los asesores del rey no fueron capaces de mantener pura la sangre de la vacada adquirida en la testamentaría de Vázquez, cruzando muchas reses con otras de las primitivas castas Jijona y de Gaviria y Fuentes, lo que aumentó si cabe la diversidad genética de los toros de la vacada real.

Al fallecimiento de Fernando VII en 1833 la ganadería real se anunció a nombre de la cuarta esposa del soberano, la regente María Cristina de Nápoles, con la denominación de Real Vacada de S.M. la Reina Gobernadora. La etapa de ganadero de bravo de Fernando VII había sido poco más que uno de sus caprichos, y su viuda, la regente, tampoco tenía el menor interés por los toros; su verdadera vocación y dedicación era la música, como demuestra su labor fundacional del Real Conservatorio, con la contratación de ilustres profesores italianos como Carnicer y Saldoni, labor que hizo posible el nacimiento de la zarzuela romántica.

En definitiva, el año 1835, la vacada fue vendida por los administradores de la reina en 300.000 reales, cifra idéntica a la pagada por el rey, a los duques de Osuna y Veragua, de manera que la presencia de la Casa Real en el mundo de la ganadería brava se redujo a poco más de cinco años, si bien no produjo pérdidas económicas importantes.

La casa ducal de Osuna se aparta de la actividad ganadera en 1849, y a partir de esta fecha es el duque de Veragua quien, en solitario, adquiere máximo prestigio en el mundo taurino, prestigio que se mantendrá durante tres generaciones en manos de su familia, apellidada Colón y descendiente directa del descubridor de América. Casi un siglo duró la fama de los "veraguas", que podían entonces considerarse como ganadería madrileña, ya que pastaron en fincas de la capital, como "El Molinillo", "El Sotillo" y "Los Caños", además de en algunas otras de la vecina Toledo.

En la actualidad la mayor parte de las derivaciones de la ancestral raíz Vazqueña de Veragua se mantienen como residuales, bien en forma de pequeñas vacadas o bien en los componentes vazqueños diluidos en los diferentes hierros dominados por la casta de Vistahermosa, que se adaptó mejor a la evolución del toro de lidia hacia el toreo moderno. El heredero directo de los veraguas primitivos fue D. Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio.

Las características de la Casta Vazqueña

Lo más característico de los toros de esta casta es, y sigue siendo en sus últimos descendientes, la variedad sobre todo en los pelajes, donde el negro, que se impuso en todas las demás castas y razas, era verdaderamente minoritario.

Los toros vazqueños, y su prolongación, los de veragua, son extraordinariamente variopintos: berrendos, cárdenos, salpicados, sardos, salineros e incluso "ensabanados", curioso nombre que aplica en la terminología taurina los toros de pelaje blanco, bien puro o bien en sus variantes, como los albahíos y jaboneros.

También es característica de los toros vazqueños la cabeza grande y astas bien dotadas y conformadas. El duque de Veragua, al adquirir la ganadería, hizo donación de un bellísimo novillo al Museo Nacional de Ciencias Naturales donde hoy se puede contemplar naturalizado por el maestro de taxidermistas Luis Benedito. El toro, llamado "Verdejo", no fue lidiado, y constituye un canon de belleza de lo que fueron aquellos ejemplares "goyescos". Este ejemplar luce pelaje ensabanado, botinero, capirote y caribello.

Realmente hermosa la terminología del campo ganadero taurino y no menos bella la configuración de una raza bovina de combate que supone la condición eumétrica de su especie.

Miguel del Pino Luengo, catedrático de Ciencias Naturales.

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