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Pablo Molina

Unas caladas de socialismo

Mientras discutimos sobre si los ciudadanos pueden decidir libremente qué se hace o no en su propiedad, los votantes olvidan por unos días su condición de accionistas de una empresa a punto de quebrar.

Como España apenas tiene problemas, el Gobierno ha decidido crear algunos, seguramente para que nuestros vecinos no nos tengan demasiada envidia. Es el caso del consumo de tabaco, actividad insalubre donde las haya, aunque mucho menos que otras como la el trasiego sucesivo de bebidas de alta graduación que, paradójicamente, no concitan el rigor prohibicionista del socialismo al nivel que lo hace la nicotina.

Ni siquiera pueden los socialistas de todos los partidos aducir en defensa de su injerencia en una actividad privada como es el fumar la existencia de un clamor popular en tal sentido, porque, hasta la fecha, incluso las encuestas oficiales del Ministerio de Sanidad constatan el hecho de que no había ninguna fractura social que restañar a través del BOE por culpa del uso de tabaco.

Los hosteleros, en uso de su derecho a administrar sus propiedades en la forma que creen oportuna, ya tenían decidido desde hace años cómo organizar el servicio a los clientes en función de su condición o no de fumadores y los ciudadanos, en ejercicio a su vez del derecho a consumir en el local de su elección, acudían a uno u otro bar o restaurante según sus preferencias particulares.

¿Dónde está el problema? Pues en que la gestión de Zapatero y sus pajines –qué nombre para un cuarteto mariachi, por cierto– necesita estos episodios de revuelo mediático para camuflar aunque sea ligeramente la ruina que han provocado en todos los órdenes. Mientras discutimos sobre si los ciudadanos pueden decidir libremente qué se hace o no en su propiedad, debate lisérgico donde los haya siendo España nominalmente un Estado de derecho homologable al esquema occidental, los votantes olvidan por unos días su condición de accionistas de una empresa a punto de quebrar por la prodigalidad infantil de sus ejecutivos y la inacción delictiva de su consejo de administración.

El problema es que las maniobras de distracción de Zapatero cada vez son más toscas y provocan un daño mayor. En el caso de esta nefasta ley antitabaco el perjuicio lo va a sufrir la hostelería, que en España es un sector integrado mayoritariamente por microempresas con uno o dos empleados como máximo. Si bajan los ingresos despedirán personal y muchos negocios acabarán cerrando, pero el Gobierno no ha pensado en esta eventualidad porque se trata de una ecuación que los socialistas son genéticamente incapaces de entender.

Ajenos a su deber como gestores públicos, ZP y sus pajines han decidido huir hacia adelante aumentando la coacción institucional en todos los ámbitos mientras la sociedad civil se lo permita. Como no andemos listos estos tíos acabarán prohibiendo lo que va antes del cigarrito. Ya puestos...

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