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Pablo Planas

El Rey, el rey tapado y la república

Iglesias ha estado a la altura de los filoetarras batasunos que boicotearon el discurso de Don Juan Carlos en la Casa de Juntas de Guernica, allá por 1981

Iglesias ha estado a la altura de los filoetarras batasunos que boicotearon el discurso de Don Juan Carlos en la Casa de Juntas de Guernica, allá por 1981
EFE

El jefe de Podemos no podía pasar por alto la oportunidad de montar su circo en el Congreso de los Diputados en la sesión para conmemorar el cuadragésimo aniversario de la celebración de las elecciones democráticas de 1977. Frente a la solemnidad de la ocasión, Pablo Iglesias ha expuesto parte de su catálogo de gestos y actitudes contrarias a la imprescindible urbanidad parlamentaria de las democracias consolidadas. Dar el cante con el "¡Viva la democracia!", que sonó a "¡Viva el vino!"; abstenerse de aplaudir el discurso de Felipe VI y criticar la supuesta "equidistancia" del Rey entre los herederos del franquismo y sus víctimas fueron las aportaciones del delegado bolivariano en el "Estado".

Con tal despliegue de ridículas memeces, Iglesias ha estado a la altura de los filoetarras batasunos que boicotearon el discurso de Don Juan Carlos en la Casa de Juntas de Guernica, allá por 1981, encerrona que el actual emérito superó con la cara de circunstancias característica de los borbones para casos como las pitadas al himno nacional en los partidos de fútbol.

Podemos, con los nacionalistas catalanes y los bildutarras, odia la democracia española y la ataca por su flanco más débil, la definición de monarquía constitucional, la efigie del Rey en el mascarón de proa de un sistema tan perfectible como en riesgo de ser dinamitado. Cuarenta años después de la libertad sin ira, se constata que con la actual izquierda la Transición hubiera sido literalmente imposible.

No ayudan a refutar la demagogia podemita ni la sumisión de Sánchez al estalinismo latino ni ocultar al monarca emérito en una jornada que en lugar de honrar nuestra democracia ha puesto de manifiesto que Pablo Iglesias es un proyecto empeorado de Nicolás Maduro.

El rey que mandó callar al gorila Hugo Chávez no podrá presumir demasiado de su desempeño durante los últimos años en el trono, pero asumió, cumplió o acató su papel en momentos críticos, cruciales y determinantes, que es mucho más de lo que se podrá decir jamás de un tipo que se inventa las citas. Si en el peor de los supuestos Juan Carlos I fue un elemento neutro de la democracia, alguien tan mediocre y pagado de sí mismo como el emperador de los círculos morados y ayatolá de las redes sociales es claramente una fuerza negativa, una catástrofe sin paliativos, el último malware.

Iglesias no consiguió que la Policía detuviera a Martín Villa a las puertas del Congreso. Sin embargo, se puede apuntar el tanto de la sonora ausencia del emérito en la celebración de las Cortes. Juan Carlos es historia. Ocultarlo a estas alturas es entrar en el juego de Podemos, la manipulación y perversión del pasado, y un paso atrás en dirección a una república a la venezolana.

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