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Thomas Sowell

La supervivencia ahora es opcional

El presidente Obama podrá prohibir la fórmula "guerra contra el terror", pero no puede prohibir la guerra que los terroristas nos han declarado.

Solía decirse que la supervivencia era la primera ley de la naturaleza. Pero mucho de lo que viene sucediendo en los últimos tiempos en Estados Unidos, y en Occidente en general, parece indicar que la supervivencia está cediendo paso a las consignas de lo políticamente correcto.

Hemos liberado a docenas de terroristas capturados, que han vuelto a sus actividades terroristas. ¿Por qué? Porque les han sido concedidos "derechos" que no existen ni en nuestras leyes ni bajo el derecho internacional. No son delincuentes de nuestra sociedad, con derecho al amparo de la Constitución de los Estados Unidos. Tampoco son prisioneros de guerra con derecho a la protección de la Convención de Ginebra.

Hubo un tiempo en que violar las leyes de la guerra no tenían derecho a cambiar de idea y reclamar la protección de esas mismas leyes. Los soldados alemanes que se pusieron uniformes militares estadounidenses para infiltrarse en las líneas aliadas durante la Batalla de las Ardenas fueron puestos contra una pared y fusilados sin más.

A nadie se le ocurrió siquiera que esto fuera una violación de la Convención de Ginebra. Las autoridades estadounidenses grabaron las ejecuciones. Nadie se puso a inventarse "derechos" ficticios para estos combatientes enemigos que habían violado las leyes de la guerra. A nadie se le pasó por la cabeza que tuviéramos que hacer todo lo posible para demostrar ser más humanos que los nazis.

Ni siquiera bajo la Convención de Ginebra, los soldados enemigos tienen derecho a ser liberados antes de que el conflicto bélico haya concluido. Los terroristas –"militantes" o "insurgentes" para aquellos lectores más melindrosos– han declarado una guerra total a Estados Unidos. Total en el tiempo y en sus métodos, que incluyen la decapitación de civiles.

El presidente Obama podrá prohibir la fórmula "guerra contra el terror", pero no puede prohibir la guerra que los terroristas nos han declarado. Esa guerra continúa, de manera que no hay razón para liberar a los terroristas antes de que finalice. Fueron ellos quienes eligieron emprender este tipo de guerra. No necesitamos arriesgar vidas estadounidenses para demostrar que nosotros somos más humanos que ellos.

El presidente del Tribunal Supremo Oliver Wendell Holmes dijo que la ley no es "una omnipresencia que lo vigila todo desde el cielo". Es un conjunto de normas explícitas en virtud de las cuales los seres humanos estructuran sus vidas y sus relaciones entre sí. Los que eligen vivir al margen de esas leyes, tanto si son terroristas como piratas, pueden ser –y han sido– abatidos al ser avistados. Los remilgos no son ley ni moralidad. Y el exhibicionismo moral está más allá del desprecio cuando sacrifica la seguridad de quienes viven respetando la ley en aras de la propia satisfacción personal, ya sea oficinas de prensa o en la Casa Blanca.

Y por si no fuera suficiente liberar a los que cortan cabezas para que puedan volver a cortar cabezas, ahora estamos contemplando la posibilidad de emprender acciones legales contra los estadounidenses que obtuvieron información sobre operaciones terroristas internacionales de los terroristas capturados.

¿Alguien se anticipa a lo que puede suponer en los próximos años que la gente que intenta proteger a este país de los terroristas tenga que preocuparse de poder acabar en la cárcel? ¿Es necesario tener a las agencias estadounidenses de Inteligencia andando de puntillas en sus tratos con los terroristas?

Durante su visita al cuartel de la CIA, el presidente Obama prometió su apoyar a los agentes y aseguró que no serían procesados por lo que hubieran hecho durante anteriores administraciones. Pero pocas horas después se echó atrás dejando la puerta abierta a posibles imputaciones que la izquierda viene pidiendo a gritos desde hace tiempo, tanto dentro como fuera del Congreso.

Las repercusiones van mucho más allá de los asuntos del día. Bastante malo es que tengamos a un novato narcisista y demagogo en la Casa Blanca. Pero es peor que naciones enteras que dependen para su seguridad de Estados Unidos contemplen lo fácilmente que nuestro Presidente se desentiende de sus promesas. Como lo verán también otros países, incluyendo aquellos con intenciones criminales hacia nosotros, nuestros hijos y nietos.

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