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EDITORIAL

11-M, visto para sentencia

Aún queda para que se dicte la sentencia, el momento de la verdad donde los muchos interrogantes que cuelgan del 11-M tienen que recibir cumplida respuesta

310 horas de juicio repartidas a lo largo de 4 meses, 17 días y 57 sesiones. Estas son, en frío, las cifras del que acaso sea el juicio más esperado de la historia de España. Un total de 309 personas han comparecido ante el que es ya una celebridad de primer orden, el juez Gómez Bermúdez, enérgico magistrado que ha dejado para la posteridad perlas memorables dignas de un juez de ficción. Sin embargo, y a pesar del revuelo y el eco mediático que ha ocasionado el juicio del 11-M, quedan aún algunos interrogantes de peso por desvelar. No sabemos, por ejemplo, qué explosivo estalló en los trenes, es decir, que a estas alturas el tribunal se dispone a dictar sentencia sin que se haya llegado a una conclusión válida sobre el arma homicida.

El explosivo ha sido el extremo superior de un iceberg que oculta bajo su línea de flotación otros enigmas no menos importantes. Cabe preguntarse por qué tantas pruebas han devenido simples camelos, o por qué un número tan grande de testigos ha cambiado su declaración de la noche a la mañana. Estas incógnitas se mantienen desde que, allá por 2004, diese comienzo aquel fiasco de comisión parlamentaria que pretendía investigar los atentados y terminó siendo un proceso sumario al Partido Popular. Los mismos que entonces clamaban agitando los brazos, presos de la indignación por las averiguaciones de la prensa, son los que hoy remarcan que el del 11-M es un caso cerrado, tan cerrado como su entendimiento.

Aún queda para que se dicte la sentencia, el momento de la verdad donde los muchos interrogantes que cuelgan del 11-M tienen que recibir cumplida respuesta. Esperamos que el tribunal que ha juzgado el caso, con Gómez Bermúdez a su cabeza, esté a la altura que España entera demanda de él.

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