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Ricardo Medina Macías

El terrorismo y sus precursores

Lo dijo bien Karl Popper: no hay tolerancia posible con los intolerantes.

Hace diez años, el brutal asesinato de Miguel Ángel Blanco Garrido perpetrado por la banda criminal ETA despertó un espíritu cívico de firmeza contra el terrorismo y sus precursores que, a la postre, puso a los etarras al borde la extinción. Después llegó el contemporizador Zapatero con su vacua política de diálogo y los terroristas se fortalecieron.

Ninguna sociedad democrática puede darse el lujo de contemporizar con los terroristas. Por eso, ninguna sociedad democrática debería darse el lujo de ser complaciente con los precursores del terrorismo.

Son precursores del terrorismo, como lo ha demostrado claramente la historia de los últimos diez años en España, todos aquellos que, aprovechando las libertades de la democracia, se dedican sistemáticamente a minar el Estado de Derecho que hace posible la misma democracia, ya lo hagan en la actividad política o en los medios de comunicación.

Son precursores de la violencia y de la destrucción terrorista todos aquellos que gozan poniendo en entredicho la institucionalidad de la democracia, sea vituperando a las autoridades legítimas, sea exaltando la violencia, sea justificando conductas delictivas escudados en inflamada retórica ideológica. Son precursores del terrorismo aquellos que, perturbados por la ambición de poder, mandan al diablo a las leyes y a las instituciones que garantizan la convivencia civilizada y las libertades de todos.

Son precursores del terrorismo y de la extinción de la sociedad abierta todos aquellos que propagan deliberadamente falsedades escudados en la libertad de expresión. Son precursores de la violencia y del fin de la democracia quienes desde los medios de comunicación sacrifican las exigencias de veracidad y precisión a cambio de protagonismo y notoriedad.

El brutal asesinato de Blanco, en julio de 1997, en Ermua, comunidad del País Vasco en la que ese joven de 29 años era concejal por el Partido Popular, despertó en España un espíritu cívico y de defensa firme e intransigente contra los enemigos de las libertades y de la democracia. Se le conoce como el espíritu de Ermua y fue el origen de un eficaz pacto antiterrorista que logró poner en jaque a ETA…hasta que llegó Zapatero, el bobalicón contemporizador, y ETA volvió por sus fueros.

Lo dijo bien Karl Popper: no hay tolerancia posible con los intolerantes.

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