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Daniel Morcate

Victorias pírricas

Una alternativa sería la despenalización coordinada entre países productores y consumidores, de manera que se reemplace la prohibición por la educación de los consumidores y la confección profesional de drogas más seguras.

Como la mítica hidra del lago de Lerna, el optimismo en la guerra contra las drogas resurge cuando menos te lo esperas. Reapareció ahora en un ambiguo informe de la Oficina de Drogas y Delincuencia de Naciones Unidas, organismo que suele resolver los conflictos del mundo sobre el papel para no tener que hacerlo en la práctica. Los autores del informe nos aseguran que el problema del narcotráfico se halla ''bajo control''. Supongo que la noticia habrá pillado desprevenidos a los miles y miles de mafiosos que aún no han adquirido el hábito de leer los estudios de la ONU. Y lamentablemente también a los millones de familias que se ven obligadas a lidiar desde la sombra con los males de la adicción a las drogas.

El informe concluye que la disponibilidad de las drogas principales, salvo la heroína afgana, disminuyó o se estabilizó. Lo que sin duda sería una gran noticia si no la complementaran datos inquietantes que aporta el mismo estudio. Uno es que los vastos esfuerzos policiales no han evitado que 74% de toda la heroína y el 58% de la cocaína producidas lleguen a los consumidores. Otro es que 200 millones de personas continúan siendo adictas a narcóticos ilegales. El tercero es que el consumo del tradicional cannabis, es decir, el hachís y la marihuana, continúa a la orden del día al tiempo que aumenta el de narcóticos recientes, como la metanfetamina y el éxtasis. Y el cuarto es que mientras el consumo de estupefacientes disminuye o se mantiene estable en ciertos mercados, como el estadounidense, va en aumento en otros, como el europeo en general y el español en particular.

Estos datos bastarían para dar una idea de lo pírricas que son las victorias en la guerra contra las drogas. Añádase a ello los elevadísimos costos humanos y materiales y se tendrá una idea más completa de lo irracional y contraproducente que sigue siendo la estrategia de la prohibición, la única que se ha ensayado en gran escala hasta el momento. Por ejemplo, Estados Unidos ha invertido 5.000 millones de dólares en la erradicación de cultivos de la hoja de coca en Colombia, Perú y Bolivia en los últimos seis años. Aun así, la región produjo la misma cantidad que antes: 980 toneladas métricas en el 2006. Y solamente este esfuerzo ha causado centenares de muertos y agudos conflictos internos y entre las naciones productoras y las consumidoras.

Muchas personas sin duda se dedican de buena fe a la lucha contra el tráfico y el consumo de estupefacientes. A su sacrificio debemos ciertos avances, mínimos y provisionales, en esta difícil campaña. El informe de la ONU refleja las buenas intenciones de quienes probablemente confunden el progreso con meros cambios en las rutas del contrabando, los mercados de ventas y los hábitos de los consumidores. Pero algunos promotores y líderes han convertido la guerra antidrogas en un negocio bien remunerado en el que abundan las falsificaciones de datos y el wishful thinking. Mediante una calculada política del miedo impiden, además, que los gobiernos consideren estrategias alternativas a la prohibición sistemática y al uso de la fuerza para imponerla.

Una alternativa sería la despenalización coordinada entre países productores y consumidores, de manera que se reemplace la prohibición por la educación de los consumidores y la confección profesional de drogas más seguras. Se respetaría así el derecho de la gente a utilizar narcóticos siempre y cuando no perjudique a inocentes y se elimine o reduzca un negocio lucrativo que beneficia desmesuradamente a los peores elementos de la sociedad.

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