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Porfirio Cristaldo Ayala

El sueño imposible de la izquierda

Una de las razones por las que el socialismo es imposible: está en contra de la naturaleza humana. Un niño de tres años ya reclama su propiedad y grita "mío". Lo que no es natural y es difícil de aprender es "no es mío". Los socialistas nunca lo aprenden.

El socialismo está muerto. Su máximo exponente, el imperio socialista soviético, se derrumbó por el peso de sus contradicciones después de 70 años de experimentos colectivistas que dejaron como legado 65 millones de hombres, mujeres y niños inocentes asesinados en defensa del "paraíso socialista". Increíblemente, en América Latina resucitamos el fantasma neosocialista porque creemos que sigue siendo viable como sistema económico y que solo fracasó debido a que no fue bien aplicado. Deberíamos saber que el socialismo nació muerto ya en la antigua Grecia, con Platón como su más ilustre paladín.

El neosocialismo también está falto de contenido y coherencia ideológica. Su fantasma deambula por el Tercer Mundo, aunque no como la fuerza irresistible de Marx, sino como un alma en pena avivando el populismo, inspirando despotismo e intolerancia, sembrando el odio, debilitando la libertad, el imperio de la ley y la democracia, difundiendo falsedades sobre las reformas liberales, repudiando el libre comercio, denostando contra un imaginario "neoliberalismo" y frenando el progreso de los pueblos.

El que sea sólo una ideología fantasma no significa que tenga menos peligro, como se ve en el auge que está alcanzando bajo el liderazgo de Hugo Chávez y su "socialismo del siglo XXI", así como de Lula, Evo Morales, Kirchner, Nicanor Duarte, Rafael Carrera y Daniel Ortega. Idolatran a Fidel Castro, uno de los déspotas más sanguinarios de la historia, y buscan eternizarse en el poder mediante el cambio de la constitución de sus países y la reelección indefinida.

Platón (428-347 AC), devoto del estatismo y el despotismo social, consideraba que la virtud manaba de la polis, no de los individuos. Despreciaba a productores, comerciantes y agricultores. El trabajo y el lucro eran considerados indignos de los ciudadanos porque el dinero destruía la honradez. Pese a que Grecia se sostenía en la propiedad privada, favorecía un comunismo puro. Todo debía ser de propiedad estatal, incluyendo a mujeres y niños. La libertad de expresión era anatema, la felicidad de la comunidad tenía preeminencia y el Estado debía aprobar cada matrimonio.

Esa utopía revela una de las razones por las que el socialismo es imposible: está en contra de la naturaleza humana. Un niño de tres años ya reclama su propiedad: "¡Mío!", grita. Lo que no es natural y es difícil de aprender es "no es mío". De hecho, los socialistas nunca lo aprenden. El hombre, para mejorar su condición y florecer, debe ser propietario de su cuerpo, de su mente y del fruto de su trabajo. El trabajo honesto hace a la dignidad del hombre y su principal incentivo es el lucro o beneficio, material y espiritual. La acción humana está orientada por incentivos.

La comunidad y el Estado son ficciones. Solo existen personas de carne y hueso cuya felicidad es un fin en sí mismo y no un medio para la felicidad de otros. El socialismo, al tratar de eliminar los incentivos de la libertad individual y la propiedad privada, viola la naturaleza humana, dejando a las personas sin alicientes para trabajar con entusiasmo y ahorrar para el futuro. La ineficiencia que el sistema genera aún con el mayor control y opresión estatal es lo que derrumbó al socialismo soviético y hundió a Cuba.

El socialismo es imposible también porque, al no existir propiedad privada de los factores de producción, no puede haber mercados ni precios en la economía, como explicaba Ludwig von Mises en su famoso artículo de 1920. En el mercado lo que hacen vendedores y compradores es intercambiar derechos de propiedad sobre bienes y servicios. Sin precios, por ejemplo, no se podría saber si conviene fabricar cables de oro o de cobre; el oro es mejor conductor. Por eso la URSS utilizaba como referencia los precios internacionales.

El neosocialismo no podrá resucitar los ideales marxistas. Es inútil pretender transformar la naturaleza humana o cambiar los incentivos naturales por "alicientes sociales". El ser humano no actúa como las abejas. Si no es dueño de su vida y de su esfuerzo es un esclavo. Pero el hombre nace libre y nunca necesita de las ataduras estatistas. Para florecer solo precisa de la libertad de trabajar.

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