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Fundación Heritage

La prisa de Rusia por el Ártico

La posible crisis que pudiera surgir a causa de las reivindicaciones rusas en el Ártico sería perfectamente evitable si Rusia estuviera preparada a comportarse de una manera más civilizada.

Ariel Cohen

Al colocar una bandera rusa en el fondo del mar bajo el Polo Norte y exigir un sector de la plataforma continental que es del tamaño de Europa Occidental, Moscú ha generado una nueva fuente de tensión internacional aparentemente de forma inesperada.

La geopolítica y la geoeconomía son lo que han impulsado la reciente maniobra de Moscú. Las potenciales ganancias son ciertamente estimulantes. Los geólogos creen que un cuarto del petróleo y del gas del mundo – miles de millones de barriles y miles de billones de metros cúbicos– podría hallarse en la plataforma continental ártica y posiblemente debajo del casco polar.

El Ártico, la última frontera, también alberga metales preciosos, ferrosos y no ferrosos, así como diamantes. A precios de hoy, estas riquezas podrían valer cientos de miles de millones de dólares. Y si los cascos se derriten y encogen, estos recursos no sólo serán más accesibles que hoy día, sino que podría abrirse una nueva ruta marítima a lo largo de la costa norte de Eurasia para llegar a ellos.

El otro lado de la moneda económica es política –la exploración y explotación del petróleo polar y otros recursos pueden convertirse en un megaproyecto para el siglo XXI–, la clase de oportunidad que Rusia está buscando para satisfacer su ambición de convertirse en lo que el presidente Vladimir Putin ha denominado "una superpotencia energética".

En 2001, Rusia presentó una reivindicación para ampliar la plataforma continental con la Comisión de Límites de la Plataforma Continental regida por la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR), de la cual es parte interesada. Sin embargo, en 2002, la comisión declaró que ni aceptaba ni rechazaba la reivindicación rusa y exigió que se estudiara más el tema. Rusia tiene planes de presentar nuevamente la demanda y espera obtener respuesta antes de 2010.

Las reivindicaciones de Rusia se mueven claramente en terreno peligroso. Moscú está ampliando su reivindicación hasta el fondo del mar del Océano Ártico basado en su control de las cordilleras submarinas, Lomonósov y Mendeléiev, dos estructuras geológicas subacuáticas que emergen hasta el océano desde la plataforma continental rusa. Sin embargo, parece que las cordilleras no se extienden lo suficiente como para justificar las reivindicaciones de Moscú más allá de su zona económica de 200 millas. Además, otros países también reivindican el control de la misma área.

Esta penúltima maniobra de Moscú también es un escalofriante retroceso a los intentos estalinistas en los años 30 de conquistar el Ártico durante la época en que el miedo y el odio se apoderaron de la Unión Soviética. Stalin y sus esbirros ejecutaban a los "enemigos del pueblo" por cientos de miles en juicios farsa, en los sótanos de la jefatura de la policía secreta de Lubianka o en anónimos lugares de matanzas en los bosques. Aquellos a los que aún no habían arrestado eran obligados a aplaudir a los "Héroes del Ártico": pilotos, marineros y exploradores, en una macabra celebración de tiranía estalinista.

Para los críticos del régimen, la expedición de hoy es un triste recordatorio de una era brutal en la se enviaban a millones de presos del gulag a las heladas superficies para construir los disparatados megaproyectos del dictador enloquecido por el poder.

La retórica rusa de hoy guarda semejanza con la de los últimos dos siglos. El líder de la expedición ártica, Artur Chilingarov, vicepresidente de la Duma rusa, afirmó: "El Ártico es nuestro y debemos manifestar nuestra presencia". El Instituto Ártico y Antártico de Rusia declaró: "Es como colocar una bandera en la luna", olvidando convenientemente que Estados Unidos jamás reivindicó la luna como su territorio.

Andrei Kokoshin, presidente de una comisión parlamentaria sobre la región ex soviética dijo que Rusia "tendrá que defender activamente sus intereses en el Ártico" y exhortó a reforzar las unidades de la Flota Norte de Rusia y de las unidades de protección fronteriza de Rusia así como a construir aeródromos para "asegurarse el control total". Vladimir Putin habló en un rompehielos nuclear a principios de año, exhortando a hacer mayores esfuerzos para asegurar los "intereses estratégicos, económicos, científicos y de defensa" de Rusia en el Ártico.

La posible crisis que pudiera surgir a causa de las reivindicaciones rusas en el Ártico sería perfectamente evitable si Rusia estuviera preparada a comportarse de una manera más civilizada. Si Moscú sugiriese explorar la riqueza del Ártico de forma cooperativa, en sociedad con Estados Unidos y otros países, éste podría convertirse en un proyecto productivo que fomentaría la cooperación internacional. Sin embargo, sus prisas actuales por dominar el Océano Ártico y todo lo que hay debajo de él indican que el nuevo oso polar ruso se caracteriza por la avaricia y la agresividad.

El Departamento de Estado ha expresado su escepticismo por la colocación de la bandera rusa y ha dicho que eso no tiene ningún efecto legal sobre las reivindicaciones de Rusia. Canadá ha expresado objeciones similares.

Para detener la expansión, Estados Unidos debería animar a sus amigos y aliados –Canadá, Dinamarca y Noruega– a que presenten sus reivindicaciones ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental. Aunque Estados Unidos no ha ratificado la CONVEMAR, otros países árticos, incluyendo a Noruega y Dinamarca, han presentado sus propias reivindicaciones ante la Comisión, oponiéndose a las exigencias rusas.

Los países nórdicos no ven con benevolencia el intento de apropiación del fondo marino por Rusia. Ni tampoco deben. Estados Unidos debería animar a Canadá para que coordine una posible demanda a través de la Corte Internacional de Justicia en La Haya contra la apropiación rusa.

La decisión de Rusia de adoptar una postura agresiva ha dejado pocas opciones a Estados Unidos, Canadá y los países nórdicos y sólo les queda diseñar una estrategia cooperativa de la Zona Norte Alta e invitar a otros países amigos, como Gran Bretaña, para dedicar los medios necesarios a aumentar la presencia de Occidente en el Ártico. Probablemente esto tendrá que incluir una moderna flota de rompehielos, de sumergibles, de naves geofísicas/sísmicas y de aviones polares.

Hay demasiado en juego para dejárselo al oso ruso.

©2007 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg

Ariel Cohenes doctor en Filosofía e investigador especializado de la Fundación Heritage en estudios rusos y euroasiáticos.

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