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Una diplomacia irrelevante

Zapatero es un dirigente conocido y catalogado. Los resultados están a la vista. Estamos fuera de los centros de decisión tanto en asuntos europeos como atlánticos. Si por algo se caracteriza la diplomacia española hoy es por su irrelevancia.

Zapatero lo quiere todo. Provoca y desprecia a Estados Unidos, en pos del voto radical que resulta fundamental para su proyecto político. Pero, al mismo tiempo, busca que Estados Unidos le reconozca como un socio serio en la gestión de los asuntos de seguridad internacional y, en concreto, en el combate contra el terrorismo yihadista. En esta vida hay que optar y asumir los pros y contras que cada elección implica. Sin embargo, en el país de las maravillas de Zapatero todo es posible; una cosa y su contraria son compatibles.

La renovación del cargo de presidente del Comité Militar de la OTAN presentaba objetivamente la oportunidad de colocar al frente al general Sanz Roldán, actual jefe del Estado Mayor de la Defensa. Para Zapatero era la ocasión de sacar pecho y afirmar que el nombramiento mostraba hasta qué punto España es un estado relevante en el marco de la OTAN. El general Sanz tiene muchos puntos a su favor, pero uno muy grave en contra: Rodríguez Zapatero.

El diario ABC arrancaba ayer su sección de Nacional con un largo artículo sobre las dificultades de la candidatura española. Las razones son las esperables: España no es un aliado serio como para premiar a su diplomacia con un nombramiento de esa categoría. Dejando atrás los vergonzosos sucesos de la apresurada retirada de las tropas españolas de Irak, incumpliendo tanto acuerdos internacionales como compromisos electorales, o las irresponsables declaraciones en Túnez, el comportamiento de las tropas españolas en Afganistán dista de ser el propio de una potencia seria. Se aumentó el número de tropas, con la intención de compensar la retirada de Irak, pero ni el tamaño del contingente ni las misiones asignadas, que excluyen el combate salvo en defensa propia, suponen una aportación significativa para la reconstrucción de aquel país. Esto resulta aún más grave si tenemos en cuenta que otros destacamentos combaten casi a diario y que la propia OTAN se juega su credibilidad y futuro en aquella lejana tierra.

Hay quien puede pensar que Estados Unidos puede tratar de chantajear a España, exigiendo un incremento del contingente y de medios en Afganistán a cambio del nombramiento del general Sanz. Nos tememos que la situación refleja algo más grave: el desprecio de Estados Unidos a nuestro actual Gobierno. Nada se espera del autor de la Alianza de las Civilizaciones, que estaría dispuesto a negociar con los talibanes su vuelta al poder y la retirada de todas las tropas de la Alianza.

Falta valor y coherencia ideológica para decir francamente que se quiere romper con el vínculo atlántico y poner fin a la experiencia histórica de la OTAN, que es lo que piensan. Pero a nadie van a engañar. Zapatero es un dirigente conocido y catalogado. Los resultados están a la vista. Estamos fuera de los centros de decisión tanto en asuntos europeos como atlánticos. Si por algo se caracteriza la diplomacia española hoy es por su irrelevancia.

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