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Carlos Semprún Maura

Mañana, en la batalla...

Veremos lo que pasa este jueves, pero no sería extraño que los trenes, los metros y los autobuses no funcionasen y la ley de servicios mínimos recientemente aprobada sea una vez más papel mojado y tirado a la papelera de la Historia.

Todos, desde el ministro hasta el último ferroviario, están convencidos de que la huelga de transportes de este jueves será rotunda. O al menos es lo que dicen. Le Figaro, por su parte, intenta una tímida resistencia, anunciando en primera plana que, según un sondeo, el 55% de los franceses está en contra de dicha huelga de transportes.

Se trata de una huelga de 24 horas, adornada con manifestaciones callejeras, para protestar contra el proyecto gubernamental de reformar los "regímenes especiales" de los asalariados funcionarios que cotizan 37,5 años para su jubilación, mientras que el resto de los trabajadores cotiza 40, y en breve habrá de hacerlo 41 ó 42. Ya hemos hablado de todo esto, y es a todas luces evidente que la defensa de los regímenes especiales constituye un pretexto para organizar una acción política contra el Gobierno y contra Sarkozy, porque es Sarkozy y punto.

Pero al mismo tiempo, curiosa casualidad, la Justicia está investigando las mordidas y subsidios clandestinos que Denis Gautier-Sauvagnac, presidente de la Unión de Industrias y Oficios de la Metalurgia y además encargado, hasta ayer, de las relaciones con los sindicatos en el MEDEF, les pagaba en efectivo unos cuantos millones de euros para que reinara la "paz social".

Los sindicatos en Francia (como en España) constituyen un escándalo absoluto, una trampa inmensa y una estafa completa, pero aceptada porque son "de izquierdas". Todos los sindicatos reunidos apenas representan al 8% de los asalariados, pero como son considerados por el Gobierno, los partidos, los medios y la patronal como los únicos y legítimos representantes de la clase obrera, o de los trabajadores en la jerga moderada, gozan del monopolio absoluto de la representatividad. Están subvencionados por el Estado, como los partidos, y la patronal; todos los años el Tribunal de Cuentas de la Nación denuncia las subvenciones ilegales del comité de empresa de EDF al sindicato CGT y no pasa absolutamente nada. Es más, se podrían multiplicar ejemplos de este cariz.

Esperemos que el escándalo actual, con los sobornos millonarios de Gautier-Sauvagnac a los sindicatos –y dicho sea de paso esperemos que se conozcan todos los detalles–modifiquen en algo ese sistema mafioso. Pero, pese a la indignación de la presidente actual del MEDEF, Laurence Parisot, lo dudo mucho.

Lo que no me entra en la cabeza es que esos sindicatos podridos, vendidos, corruptos y sin militantes logren, sin embargo, organizar huelgas y manifestaciones. Veremos lo que pasa este jueves, pero no sería extraño que los trenes, los metros y los autobuses no funcionasen y la ley de servicios mínimos recientemente aprobada sea una vez más papel mojado y tirado a la papelera de la Historia. ¡Viva la lucha de clases!

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