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Larry Elder

¿Realmente son buenas las "zonas libres de armas"?

El profesor y economista John Lott comprobó 280 noticias distintas durante la semana posterior al tiroteo de la Appalachian Law School y sólo encontró cuatro que mencionasen que los estudiantes que detuvieron al tirador tenían armas.

Esta vez ha sido en Cleveland. Un estudiante de 14 años que había sido expulsado del instituto entró en la Success Tech Academy de Cleveland con una pistola en cada mano y abrió fuego hiriendo a cuatro personas. Más tarde, descubrimos que el pasado del agresor incluía enfrentamientos violentos, problemas mentales y, al menos, una expulsión previa. Un mes antes dijo a un amigo que pretendía barrer a tiros el centro. Pero al parecer nadie se tomó su comportamiento lo bastante en serio como para notificarlo a las autoridades.

Mientras tanto, en Oregón, una profesora de secundaria con licencia para portar un arma de fuego oculta y entrenada para manejarla solicitó permiso para llevarla al centro. La razón era el miedo a su ex marido, contra el que había presentado una denuncia y al que se habían impuesto dos órdenes de alejamiento. Quería tener la posibilidad de protegerse en caso de que se presentase en el instituto. Además, argumentó que aunque no tuviera miedo a su ex marido, la Segunda Enmienda y la ley del estado de Oregón le permiten llevar su arma al trabajo. Las autoridades escolares de su distrito, sin embargo, le impiden llevar un arma de fuego al instituto.

Esto plantea una pregunta. Aquellos que disparan en los institutos, ¿tienen en cuenta que estos han sido declarados "zonas libres de armas"? ¿Consideran improbable que alguna figura de autoridad –ya sean los profesores o, en algunos casos, los guardias de seguridad– puedan convertirse en una amenaza armada? En algunos tiroteos en centros escolares, las armas ayudaron a ponerles fin minimizando las pérdidas de vidas y los heridos:

  • Edinboro, Pennsylvania. Un estudiante de secundaria de 14 años abrió fuego contra los asistentes al baile de graduación, celebrado en un restaurante local. El tirador mató a un maestro e hirió a dos estudiantes y a otro profesor. Fue capturado por el propietario del restaurante, que cogió su propio arma de su oficina y se dirigió con ella hacia quien estaba disparando. Al encontrarse frente a la escopeta recortada del dueño, el adolescente soltó su arma y se rindió.
  • Pearl, Mississippi. Un estudiante de 16 años entró en el Pearl High con un rifle de caza oculto bajo su abrigo. Abrió fuego matando a dos estudiantes e hiriendo a siete. El asistente del director, Joel Myrick, corrió a su camioneta y sacó la 45 automática que tenía en ella. Al volver corriendo, vio al tirador en el aparcamiento. Dando el alto al adolescente, el subdirector puso su arma en el cuello del tirador y lo retuvo hasta que llegó la policía.
  • Grundy, Virginia. En la Appalachian Law School, un contrariado estudiante al borde de su segunda expulsión temporal entró en un edificio del centro y disparó, matando al decano y a un profesor. A continuación disparó contra cuatro estudiantes, matando a uno de ellos. Al escuchar los disparos, dos estudiantes, Michael Gross y Tracy Bridges, corrieron a sus vehículos para sacar sus armas. Apuntado con ella al tirador, Bridges le ordenó que soltase su arma. Cuando el tirador se dio la vuelta y vio el arma de Bridges, dejó la suya en el suelo y levantó las manos. (Mi documental a favor de la Segunda Enmienda, Michael y yo, entra en detalles sobre este y otros incidentes similares.)

           

El profesor y economista John Lott comprobó 280 noticias distintas durante la semana posterior al tiroteo de la Appalachian Law School y sólo encontró cuatro que mencionasen que los estudiantes que detuvieron al tirador tenían armas. El Washington Post, por ejemplo, decía que los alumnos "ayudaron a reducir" al asesino. Newsday afirmó que el tirador fue "reprimido por estudiantes". Sin embargo, el Times-Dispatch de Richmond (Virginia), publicó que el tirador "fue reducido por compañeros estudiantes, uno de los cuales le apuntaba con su propio revólver". Cuatro meses más tarde, el Times-Dispatch detallaba las acciones de los estudiantes, incluyendo el uso de un arma por parte del segundo estudiante.

¿Qué piensan los delincuentes de una ciudadanía armada? Una encuesta realizada a convictos por parte del Instituto Nacional de Justicia concluyó que el 74% de los criminales estaba de acuerdo en que "un motivo de que los ladrones eviten las casas en las que hay gente dentro es que temen recibir un disparo". La encuesta también les preguntó si ellos personalmente habían desistido de cometer un delito por temor a que la posible víctima pudiera estar armada. El 39% decía haberlo hecho al menos una vez, el 8% "en muchas ocasiones"; el 34% admitía "haber sido ahuyentado, disparado, herido o capturado por una víctima armada" y casi el 70% sabía de al menos "un colega" que había estado en alguna de esas situaciones.

Una encuesta realizada a 23.113 jefes de policía y sheriffs de todo el país concluyó que el 62% convenía en que "un permiso de armas nacional reduciría los índices de delitos violentos". Alrededor del 80% de los policías de a pie, según las encuestas, apoyan el derecho de los ciudadanos con entrenamiento apropiado a llevar armas ocultas.

Israel lo entiende. Desde los años 70, en los colegios e institutos de Israel la política en este asunto consiste en obligar a profesores y ayudantes de personal a procurarse armas semiautomáticas. ¿El resultado? Los tiroteos en centros escolares han desaparecido.

En cuanto a Cleveland, haber permitido que las figuras de autoridad hubieran podido portar sus propias armas de fuego, ¿habría reducido las bajas o, incluso, disuadido al adolescente de empezar el tiroteo? Nadie puede afirmarlo con total seguridad. Pero no hay duda de que al menos algunos de los padres de Cleveland creen ahora que las ventajas de que haya adultos con armas en los institutos superan a los costes.

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