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Larry Elder

Por qué la izquierda no entiende nada

El Gobierno es mayor que nunca y no hay indicios de que vaya a dejar de crecer a menos que, y hasta que, se le paren los pies a esta administración.

"Hola, colegas racistas".

Así es como saludé a una concentración de activistas fiscales celebrada dentro de la iniciativa Tax Day Tea Party en Sacramento, California. Varias personas se troncharon. Después de una búsqueda minuciosa, puedo informar que no he detectado ningún agente secreto o guardia de seguridad en busca de minorías que alertara a los negros de que nuestra presencia no era bienvenida.

Un periodista de la MSNBC en otra concentración llegó a preguntar a un caballero negro si "se sentía incómodo". "No", se rió. "No, esta es mi gente, los estadounidenses". El caballero parecía demasiado educado para preguntar: "¿Alguna vez se sintió usted incómodo al trabajar en la MSNBC?". En una ocasión participé en un programa de televisión donde un experto negro acusaba el ex presidente Ronald Reagan de racismo. Cuando le pedí pruebas, dijo que Reagan "se sentía incómodo con la gente negra". Yo le respondí: "Me siento incómodo a su alrededor. ¿En qué me convierte eso?". Así que en el caso del activista fiscal negro, su supuesta incomodidad convertía a los blancos a su alrededor en racistas. En el caso de Reagan, su supuesto malestar en compañía de negros le convertía en racista a él. Es confuso.

Una crítica más grave que se vierte contra el movimiento de protesta fiscal dice así: "¿Dónde estaban todas las protestas por el gasto público cuando George W. Bush y los republicanos controlaban la Cámara, el Senado y la Casa Blanca?".

Un crítico del movimiento lo decía de esta forma: "Durante estas protestas fiscales los conservadores están demostrando por qué la palabra 'hipócrita' debería formar parte de la definición de ‘conservador’ que viene en el diccionario. No dijeron nada ni hicieron nada mientras Bush y el Congreso republicano metían a un país con problemas cada vez más graves. Los conservadores que organizan las protestas fiscales se cruzaron de brazos y no hicieron nada. No hicieron nada cuando la disciplina fiscal fue destruida, cuando Bush reventó el déficit, cuando Bush bajó los impuestos en lugar de subirlos para financiar la guerra que empezó".

En cuanto al gasto nacional en que incurrió Bush no relacionado con la defensa ni la seguridad interna, la gente se quejó, muchos lo hicieron y con frecuencia. ¿Por qué no se reconoce esto de forma más amplia? Cuando un conservador critica a Rush Limbaugh, eso sí es noticia. La izquierda odia a Limbaugh. Cuando un conservador critica el gasto de Bush, no es ninguna novedad. La izquierda ama el gasto público. Para los progres, el programa No Child Left Behind de Bush "no fue financiado en su totalidad". El proyecto de ley de las recetas de la tercera edad contenía "una laguna" que no lo hacía lo bastante generoso.

Los conservadores criticaron con frecuencia a Bush por el gasto nacional. En 2003, después de la aprobación del anteproyecto de las recetas de Medicare, un miembro de la Heritage Foundation decía: "El presidente no muestra iniciativa, y los conservadores están indignados". El ex secretario de la mayoría en la Cámara Dick Armey, republicano por Texas, decía: "El electorado conservador partidario del libre mercado en América está revolucionado con razón a cuenta de este anteproyecto".

En 2003, la entonces senadora Hillary Clinton, demócrata por Nueva York, vertió una extraña acusación de condena a Bush por "deshacer el New Deal". Aquel diciembre escribí: "¿Acaso no ve el humo que sale por las orejas de los conservadores, asombrados por la disposición a gastar sin control del presidente George W. Bush y sus colegas republicanos? Durante el mandato de Bush en el cargo, con exclusión de la defensa y la seguridad nacional, el gasto público no relacionado con la guerra experimentó un ritmo de crecimiento superior al del ex presidente Bill Clinton. A estas alturas de su mandato, Reagan había vetado más de 20 anteproyectos, Bush ninguno".

Así que si la gente estaba descontenta con el gasto público de Bush, entonces ¿por qué es ahora cuando la gente se reúne, lleva pancartas y celebra concentraciones contra un Gobierno mayor?

Buena pregunta. Más vale tarde que nunca. Más importante aún es que las cosas están muchísimo peor. Los rescates financieros del Gobierno, el "estímulo", el Obamacare... empujan hoy el déficit de la nación a niveles post-Segunda Guerra Mundial y nos endeudan hasta máximos históricos.

Paul Krugman, columnista de la extrema izquierda en el New York Times, crítico con Bush, explicaba inadvertidamente por qué las cosas hoy son diferentes. En marzo de 2006, escribía acerca de los (¿inexistentes?) críticos conservadores de Bush que "se apresuran a distanciarse de Bush". Pero señalaba que una parte sustancial del aumento del gasto público interno en que incurría Bush venía de aumentos automáticos de la prestación social aprobados con anterioridad a su presidencia. Él acusaba a los críticos de Bush de crear la impresión "falsa" de que Bush era un "gran derrochador": "El grueso de este incremento se justifica en virtud del aumento del gasto en defensa y seguridad interna, incluyendo la factura de la guerra de Irak, y el creciente coste de la sanidad". En otras palabras, en cuanto al aumento del gasto público, Krugman sostenía que Bush no era tan malo como sus críticos conservadores reivindicaban.

Bush, el presunto conservador fiscal, aumentó de forma irresponsable el gasto nacional. Pero con Obama, los demócratas y algunos republicanos de conveniencia, los estadounidenses han visto ahora aumentar drásticamente el gasto público. Con el Obamacare, el contribuyente paga ahora la sanidad de 30 millones de personas a quienes se les garantiza por ley un seguro de salud. Los impuestos deben subir, y la clase media no está a salvo. El asesor económico Paul Volcker, junto a otros, llega a sondear la idea de un impuesto sobre el consumo de corte europeo, como traca final a los impuestos actuales.

Los activistas fiscales, al menos muchos de ellos, no se quejaron del tamaño del Gobierno pre-Obama. Ahora las cosas han cambiado... a peor. El Gobierno es mayor que nunca y no hay indicios de que vaya a dejar de crecer a menos que, y hasta que, se le paren los pies a esta administración.

En las palabras elocuentes del vicepresidente Joe Biden, "Esto es un chollazo de la h----a".

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