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José María Marco

Justicia en crisis

. El escepticismo de una parte de la opinión publica saldrá reforzado y la actitud prudente del Partido Popular, tanto que a veces ha sonado un poco ambigua, apuntala su posición, por mucho que los socialistas consideren la sentencia un triunfo propio.

Como era de esperar, el Gobierno socialista se ha lanzado sobre la sentencia del 11-M para reivindicar su inocencia. Tanta prisa resulta algo más que sospechosa, pero no es de extrañar en una organización política dedicada en muy buena medida a la propaganda.

Con independencia de la sentencia en si, que habrá tiempo de debatir después de haberla estudiado, el Gobierno, en su celeridad –por no decir en su precipitación– ha escogido dos líneas argumentales.

Las dos falsas.

La primera es un ataque en toda regla al Partido Popular, que habría sostenido todo este tiempo, desde que ocurrieron los hechos, la supuesta autoría etarra. Es una mentira más del Gobierno socialista. El Gobierno de Aznar no gestionó como era conveniente la crisis, pero si pecó de algo fue probablemente de ingenuidad, dando a conocer en directo toda la información que se le iba suministrando desde unos aparatos de investigación que –a la vista ha quedado– ofrecieron versiones dudosas, como mínimo.

El Partido Popular, después, no ha mantenido una versión distinta de la oficial, entre otras cosas porque era imposible hacer tal cosa. Lo que ha ido subrayando eran las contradicciones, las inconsistencias, los famosos agujeros negros del sumario. La sentencia, por lo que se sabe, no los resuelve. El escepticismo de una parte de la opinión publica saldrá reforzado y la actitud prudente del Partido Popular, tanto que a veces ha sonado un poco ambigua, apuntala su posición, por mucho que los socialistas consideren la sentencia un triunfo propio.

Otra de las líneas argumentales del Gobierno ante la sentencia consiste en proclamar las bondades del uso de la ley en la persecución del terrorismo. La alusión a Guantánamo resulta significativa. No sólo se está identificando otra vez al PP con la política de Bush ante el terrorismo. También se dan lecciones de democracia con ribetes antiamericanos por parte de quienes gobiernan gracias a acuerdos con grupos que no dudan en pactar con grupos terroristas. De hecho, algún ministro ha sugerido lo obvio, y es que se mantienen abiertos los cauces de dialogo con el terror.

En resumidas cuentas, la sentencia va a ser publicitada como una victoria de la verdad sobre la manipulación y de la paz, mas aún que de la ley, sobre la violencia. Y todo por un Gobierno que llegó al poder gracias a una matanza bestial y la inmediata mixtificación de los hechos.

Uno de los puntos mas graves de todo este asunto es la escasa credibilidad que la justicia va a seguir teniendo entre la población española. Con la educación, la justicia es probablemente una de las instituciones españolas que mas ha contribuido a la degradación de la vida publica española. Juicios atrasados durante años, ineficacia, arbitrariedad, sensación de desgobierno... Estoy convencido de que si la justicia hubiera funcionado con solidez y profesionalidad, la situación española no habría llegado al punto de degradación en que el nos encontramos.

Esta sentencia no va a contribuir a enderezar esta deriva. Cundirá la sensación de que el Estado de Derecho ha sufrido otro golpe, y los españoles se volverán todavía más descreídos, más cínicos ante el ejercicio de la justicia. En un momento tan grave para la supervivencia de las instituciones democráticas, la noticia bordea lo catastrófico.

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