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Amando de Miguel

Excursión literaria

La colección de artículos de don Gregorio constituye una buena ilustración del mejor español de España. Espero que algunos libertarios vayan a disfrutar de ese texto tanto como yo he disfrutado.

Eduardo Matos Gómez encuentra que Víctor Gago, en un artículo habla del oxymoron. Don Eduardo considera que debe decirse oxímoron, aunque tiene la duda de si, para responder a su origen griego, no debería decirse oximoron. Mi comentario es simple. Se trata de una hermosa palabra griega (oxýmoros) cuya raíz (oxýs) significa "agudo". Oxýmoros quiere decir "agudo, ingenioso, astuto" pero que "se hace pasar por tonto". Para ser fieles a la raíz griega, tendríamos que decir oxímoros, pero esa lógica no siempre se sigue con los cultismos.

La verdad es que hasta el siglo XX se decía más bien oximorón. Desde hace algún tiempo hemos dado en decir oxímoron (plural: oxímoros). Es una figura literaria que da a entender una aguda sensación con una forma contradictoria o incluso absurda. Es una figura que atrae mucho a los poetas y también a los críticos o comentaristas, los que recurren tantas veces a la ironía y al sarcasmo. Oxímoro es decir, por ejemplo, que el portavoz de este o el otro partido (táchese lo que no corresponda) es un "insigne bocazas". La ilustración perfecta del oxímoron es el famoso soneto de Quevedo en el que define el amor. Transcribo el primer cuarteto: "Es hielo abrasador, es fuego helado / es herida que duele y no se siente; es un soñado bien y un mal presente / es un breve descanso muy cansado". Solo por un soneto así, su autor podría ser considerado como un genio literario. Como expresión de la propaganda política los oxímoros pueden llegar a ser muy divertidos. Por ejemplo, "discriminación positiva".

José María Navia-Osorio (Oviedo) me envía un aire fresco con los comentarios a sus lecturas:

Hoy leo una reseña sobre un libro de un tal David Yallop sobre Juan Pablo II. Lo pone mal que es lo que da dinero porque hablar bien de Juan Pablo II no tiene mérito ni da notoriedad. Uno de sus argumentos para condenar al Papa anterior es que trabajó en su juventud en una fábrica de armas. Parece ser que es un pecado, no lo sabía. También le acusa de connivencia con los comunistas, lo disimuló bastante bien. Por último cae en el tópico de los dineros del Vaticano y la idea de la conspiración de banqueros que es muy socorrida. Pero lo que más me fastidia es el título del librejo El poder y la gloria. ¡Hay que ser caradura!

El poder y la gloria es el título la novela más famosa de Graham Greene. Es la novela más famosa porque su obra más conocida es el guión de la película El tercer hombre. Trata de un sacerdote mejicano en la época de la guerra de "los cristeros" en los años 30. Es un episodio poco conocido de la historia de Méjico de persecución a muerte de la Iglesia Católica.

Está bien a ver si escribo una novela y la titulo Don Quijote por cierto, acabo de recordar que Graham Greene escribió una novela que llevaba el nombre de Don Quijote en su título que no recuerdo del todo.

La expresión The Power and the Glory seguramente la han empleado otros autores. Me atrevo a decir que es un cliché. La novela a la que alude don José María es Monsignor Quixote.

Juan Manuel Pereira Pombo me señala algunos trabajos en los que se reivindica la figura de Sancho Panza, muy sesgada en el Quijote del lado de los grosero y vulgar. Esa imagen la deformó todavía más el Quijote de Avellaneda. Me permito recordar que esa misma reivindicación la planteo en mi libro Sociología del Quijote (CIS, 2005). Es más, en ese texto sostengo la ficción de que el verdadero autor del misterioso seudónimo Avellaneda fue realmente el cura Pero Pérez, uno de los personajes del Quijote, que odiaba a Sancho. Nada más cervantino que mezclar la realidad y la ficción.

Hace tiempo que no dedico el espacio merecido a las lecturas relacionadas con la materia lingüística que aquí se desgrana. Ha llegado la ocasión propicia con el nuevo libro de Gregorio Salvador que acaba de aparecer, Estar a la que salte (Espasa). El subjuntivo del título es intencionado para contradecir la tendencia hodierna a prescindir de ese modo verbal. El libro es una delicia de buena escritura; confirma la sensación de que el articulismo es el género literario más característico de nuestro tiempo. Yo, de mayor, quiero escribir como don Gregorio. Este libro de artículos (o de artejos, que diría Unamuno) es una fuente de autoridad para la decisión de escribir el adverbio "solo" y los pronombres demostrativos sin las arbitrarias tildes. Otra variación que confirma mi particular querencia es la adaptación de los barbarismos a la fonética española; por ejemplo, bum y pirsin. Una anotación crítica es que me parece dudoso que la bandera de España, roja y amarilla, figurara en la batalla de Bailén como supone don Gregorio. A lo que yo entiendo, por entonces la bandera, que pronto representaría a España, era solo de la Armada.

Un aspecto que pudiera resultar sorprendente es la tendencia de don Gregorio a aceptar fórmulas loístas e incluso laístas. Esa inclinación contradice el uso general, sobre todo madrileño, de preferir la fórmula leísta. Por ejemplo, "El banderín de nuestro impresionante coche oficial lo ayuda a abrirse camino" (p. 18). Esa decisión confirma otra tesis mía, que en materia de usos léxicos caben muchas variaciones y mucha indulgencia. Los puristas van a sufrir un poco con este libro, precisamente por la autoridad del autor, filólogo de renombre y alto cargo de la Real Academia. Por la frescura de su prosa, nadie diría que el autor años ha que atravesó la barrera de la jubilación.

No se piense que estamos ante un texto rompedor. Antes bien, el estilo es pulquérrimo, si bien, para mi gusto, las frases tienden a ser demasiado largas. Pero los adjetivos están en su punto, operación esta la más difícil de la buena redacción. El autor sigue una lógica borrosa, no mecánica. Véase, por ejemplo, cómo, para la misma operación de repasar las páginas de una obra impresa, emplea indistintamente los verbos ojear y hojear. Es una cuidada ambivalencia. Aun así, en una escritura tan fina, se desliza algún sociologismo tan prosaico como "clase media baja", que yo mismo tanto he utilizado en mis años mozos. No son tachas lo que advierto, sino peculiaridades reseñables, para que se vea que este libro despierta mi espíritu analítico. Es el mismo por el que anoto algunos "vacíos semánticos", a los que me he referido repetidamente en este rinconcillo de las palabras. Por ejemplo, "en cualquier caso", "de hecho", "se mire como se mire" o "lo cierto es que, sea lo que sea y como sea". Me pega que algunas de esas muletillas (perfectamente prescindibles) son de factura norteamericana. Yo mismo las dejo caer con frecuencia. Ya saben los libertarios que los vacíos semánticos vienen a ser el excipiente de las fórmulas léxicas. Por lo demás, la colección de artículos de don Gregorio constituye una buena ilustración del mejor español de España. Espero que algunos libertarios vayan a disfrutar de ese texto tanto como yo he disfrutado.

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