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Tres tristes votos

No era concebible que la Alianza premiara con un puesto de tanta relevancia al miembro que más renuente se ha mostrado en el principal frente de batalla que tiene la OTAN en estos momentos: Afganistán.

El fracaso de la candidatura del general Félix Sanz a la presidencia del Comité Militar de la OTAN no puede haber sido más clamoroso. El problema no es que el candidato español fuera derrotado por el almirante italiano, es que ni siquiera pasó la primera vuelta frente a su adversario polaco. El JEMAD español obtuvo únicamente cuatro votos, según fuentes oficiosas de la Alianza, pertenecientes a Luxemburgo, Portugal y Turquía además del propio, lo que hizo que nuestro Gobierno rozara el ridículo con su candidatura.

El fracaso de esta operación ha sido causado por una mezcla de ambición personal e ineptitud política del Gobierno. El general Sanz soñaba poder culminar su larga carrera como diplomático militar, más de lo primero que de lo segundo, convirtiéndose en el máximo representante militar de la OTAN. En un principio el Gobierno receló de esa pretensión, porque a Zapatero todo lo que tenga que ver con el Atlántico Norte le produce inicialmente alergia política. Pero en un momento dado, el Gobierno cambió de opinión pensando que el triunfo del general Sanz le permitiría contrarrestar las crecientes críticas por la pérdida de peso internacional de nuestro país y ofrecer una imagen de normalidad en las relaciones con Estados Unidos. El Gobierno no sólo autorizó así la candidatura de Félix Sanz, sino que la apoyó activamente y llegó a modificar la Ley de Personal de las Fuerzas Armadas para evitar que el general pasara a la reserva tras abandonar su actual puesto como JEMAD.

El general Sanz creyó que su simpatía personal podría compensar los muchos y graves errores cometidos por Zapatero en política exterior. Inició así una campaña personal por todas las capitales aliadas en las que obtuvo más buenas palabras que compromisos de apoyo. No era concebible que la Alianza premiara con un puesto de tanta relevancia al miembro que más renuente se ha mostrado en el principal frente de batalla que tiene la OTAN en estos momentos: Afganistán.

Para Estados Unidos, que sigue siendo sin duda el aliado de más peso dentro de la Alianza, hubiera sido ya difícil consentir que el mismo Gobierno que huyó precipitadamente de Irak y llamó luego a la deserción del resto de los aliados presentes en ese país se llevara un premio de fin de curso. Pero lo que ya resultaba inconcebible para la mayoría de los aliados es que el mismo Gobierno que había vetado cualquier posible incremento de tropas en Afganistán y que mayores restricciones operativas impone a su contingente en ese teatro de guerra tuviera encima la desfachatez de presentar un candidato al Comité Militar.

El resultado final no puede ser más negativo para Zapatero. El fracaso en la OTAN vuelve a poner de manifiesto de forma llamativa la falta de peso de nuestro país en el concierto internacional, la persistencia de los problemas en la relación con Estados Unidos y una total ineptitud en el manejo de una política exterior que hace aguas por todos sus frentes.

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