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Carlos Semprún Maura

Las noches de Bernard Kouchner

Bernard Kouchner, desde luego, debería estar preocupado. Y es que aunque no llegue al nivel de Moratinos no deja de ser un inútil total.

Me pregunto cómo dormirá el ministro de Asuntos Exteriores, si tendrá pesadillas con Gadafi en las que se le aparezca como vampiro, o si tal vez padezca de insomnio y se repita tres mil veces para conciliar el sueño: "soy ministro, soy ministro, soy ministro".

No sé cómo serán las noches de Bernard Kouchner, pero, desde luego, debería estar preocupado. Y es que aunque no llegue al nivel de Moratinos no deja de ser un inútil total. No cesa de ir a Beirut, como si fuera el gobernador de un imperio otomano, pero laico, y no sirve para nada: siguen sin presidente y acaban de asesinar a otro general. También ha echado sus discursos sobre el Darfur, pero tampoco ha cambiado nada allí.

La última ha sido su juego del escondite con Gadafi para no tener que besarle "a la rusa", pese a lo cual el jolgorio del "guía de la revolución verde" prosigue. Ayer le boicotearon los diputados, y no sólo los de izquierda, pero en cambio fue bien recibido en la UNESCO por las delegaciones africanas, aunque mucho menos que a Fidel Castro. Habría que llevar la UNESCO ante el Tribunal Internacional de La Haya o, mejor, cerrarla. La única que se comportó fue Rama Yade, la secretaria de Estado de Derechos Humanos del Ministerio de Exteriores, quien declaró: "Francia no puede ser un felpudo en el que cualquier tirano pueda limpiarse sus pies ensangrentados". La obligaron a matizar y lo hizo, pero no renegó de lo dicho.

Está visto que la visita oficial de Gadafi es puro teatro, pero la obra es pésima, sólo faltaba que viniera detrás Pedro Domecq, con tres sultanes de Persia. Además ha servido para ponerle en bandeja a una izquierda ausente una magnífica oportunidad de propaganda, y las elecciones municipales se celebran en marzo. Los contratos previstos no bastan para pintarlo todo color de rosa. Nadie, ni siquiera Kouchner, puede creerse que Francia pueda ser amiga al mismo tiempo de Estados Unidos, Israel, Rusia, Alemania, Libia, Siria, Irán, Argelia, Venezuela y lo que te rondaré morena. Lo único positivo en todo este aquelarre oportunista, con la visita de Sarkozy a Argelia y de Gadafi a París, es que queda patente que la Unión Mediterránea, ese sueño "imperialista" de Sarkozy, no pasa de ser una broma pesada, como ya dijera Angela Merkel.

Al Qaeda ha pasado a una nueva ofensiva generalizada en Argelia, siempre en Irak y en todas partes. En Líbano son los sirios; es el mismo enemigo, pero no los mismos jefes.

Mientras tanto, en Francia, todas las huelgas se desinflan, el paro disminuye de nuevo un pelín, la carestía de la vida se agrava y el nuevo contrato laboral estatal es tan complicado que hasta Laurence Parisol, presidenta de la patronal MEDEF, declara que es incomprensible. ¡Burocracia o muerte! ¡Venceremos! Y Bernard Kouchner duerme.

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