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EDITORIAL

En el setenta cumpleaños del Rey

Esperemos que este cumpleaños y la mirada a una trayectoria que, en su conjunto, ofrece muchas mas luces que sombras, den al Rey las energías que van a ser necesarias para encarar las vicisitudes y riesgos a los que se enfrenta nuestra vida nacional

Al cumplirse hoy setenta años del nacimiento de Don Juan Carlos de Borbón y Borbón, Libertad Digital quiere, en primer lugar, sumarse a la multitud de felicitaciones que ya está recibiendo el Rey por su cumpleaños, así como aprovechar la ocasión para destacar el balance claramente positivo de su reinado.

Lo cierto es que las expectativas de que ese niño que nacía hace setenta años en Roma en el seno de una familia real, pero exiliada desde la proclamación de la República siete años antes, llegara con el tiempo a protagonizar en nuestro país el reinado más largo desde la época de Felipe V, parecían todavía más infundadas que las que, en el momento de su proclamación como Rey, muchos le concedieron con aquel calificativo de "Juanito, el breve".

La trayectoria vital de nuestro monarca ha ido paralela a la propia evolución de nuestra nación, y lo cierto es que el Rey supo desde el primer momento sortear las dificultades que le ofrecían tanto la desconfianza de una oposición a Franco, que veía en el Monarca al heredero del dictador, como los recelos de los sectores más inmovilistas del franquismo, que se resistían a sus pretensiones de una transición a la democracia.

Si la generosa renuncia del Conde de Barcelona fue el eslabón imprescindible para su legitimidad dinástica, fue el pueblo español –verdadero soberano– el que le concedió a al Rey su legitimidad como símbolo de unidad y permanencia de la nación, así como de sus libertades.

Su nunca ocultado empeño por la concordia, por ser el Rey de todos los españoles, hizo que Don Juan Carlos pilotara con enorme éxito la transición, sin olvidar la labor de sus espléndidos colaboradores.

Tampoco podemos dejar de destacar la determinante intervención del Rey en defensa de la legalidad y de nuestras libertades constitucionales ante la intentona golpista del 23-F, como tampoco podemos pasar por alto la espléndida representación que en el Exterior hace de nuestro país, o, en términos generales, su acertado desempeño de la función de "arbitraje y moderación" que la Constitución le otorga.

Eso no obsta para que, en unos momentos en que las alianzas del gobierno de la nación han dado alas a todo tipo de extremismos, no consideremos más necesario que nunca esa labor de "arbitraje y moderación" de la Corona que haga coherente su existencia como símbolo de "unidad y permanencia" de la nación.

De hecho la pusilanimidad, tanto en el exterior como en el exterior, del Gobierno de Zapatero ante los extremistas, o su cainita reivindicación de la memoria histórica ha obligado al Rey a intensificar su discurso en favor de la concordia y unidad, o a tener que defender él mismo el papel desempeñado por la monarquía parlamentaria en el, ciertamente, "más largo periodo de estabilidad y prosperidad en democracia vividos por España". También ha tenido el Rey que bajar a la arena para defender a nuestras empresas o al anterior presidente del Gobierno ante los insultos de dirigentes extranjeros.

Lo cierto es que este 70 cumpleaños cierra, en buena parte, lo que podríamos considerar un annus horribilis para Don Juan Carlos si, al margen de un asunto familiar como la separación de la Infanta Doña Elena, tenemos en cuenta también la quema de retratos e insultos al Rey o el grave incidente con Hugo Chávez, símbolos ambos de la peligrosa deriva que tiene nuestro país, dentro y fuera de nuestras fronteras.

Por ello, esperemos que este cumpleaños y la mirada a una trayectoria que, en su conjunto, ofrece muchas más luces que sombras, den al Rey las energías que van a ser necesarias para encarar las vicisitudes y riesgos a los que se enfrenta nuestra "vida nacional". Una vida de España a la que va indefectiblemente unida la vida de su Rey.

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