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EDITORIAL

Zapatero en sus horas más bajas

Lo que aparece en toda su crudeza es un hombre a la defensiva, sin nada que ofrecer a los españoles más que dolidas acusaciones a la oposición de no adherirse a su política, e incapaz de rectificar incluso cuando el fracaso es escandaloso.

Pedro J. Ramírez ha sometido al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, a una sesión de nada menos que ocho horas de interrogatorio. Quizás demasiadas para mantener esas estrategias que les permiten a los políticos hacer que responden para colar sus mensajes prefabricados. Por esa o por otra razón, Zapatero ha tenido la desfachatez de reconocer lo que siempre hemos sabido, sobrados de pruebas como estábamos. Que la vida de las dos víctimas del atentado terrorista de la T-4 no le impidió seguir negociando con sus verdugos, mientras decía a los españoles que había abandonado las negociaciones con la banda terrorista ETA. Cierto es que “matar habían matado siempre”, como ha dicho el propio Zapatero, y todas las víctimas, de la primera a la última, le han merecido siempre la misma consideración. En su desprecio hacia las víctimas no ha hecho distingos.

Sí. Llevan décadas matando, coaccionando a toda una sociedad, robando, forzando a decenas de miles de personas a abandonar su tierra. Pero pese a ello hay algo que Zapatero no se podía esperar. "Aun sabiendo que tienes enfrente a un grupo terrorista, no era pensable que pudieran cometer una acción como ésa". Habían matado muchas veces, sí, pero lo que no podía esperar es que le dejaran en tan mal lugar. ¡A él! No se lo puede creer. Pese a todo, reanudó las negociaciones no se sabe si por su principio ético de que mientras él tenga la intención de que ETA se acabe hay que intentarlo y por el oscuro influjo de “instancias internacionales”.

Revela una actitud ambivalente respecto de la Ley. Lógicamente no es nada ante su principio ético, localizado en su intención de que la realidad no sea como es y ETA deje de matar. Si la ley dice que en Cataluña no se puede aprender en castellano, “hay que respetar las leyes constitucionales”. Y eso que la Constitución ampara el derecho al uso del castellano. Si la ley permite multar por no rotular en catalán, “hay que respetarlo”. Ahora bien, ¿que la Constitución y las leyes mandan que ondee la bandera en todos los organismos públicos? No es cuestión aquí de hacerlas cumplir. Ante todo ello, lo más que se le ocurre decir a Mariano Rajoy es que por fin Zapatero ha dicho “la verdad”, por reconocer que ha mentido a los españoles.

A falta de conocer lo que revele la segunda entrega de la interminable entrevista, lo que el ciudadano puede apreciar en la primera es que Zapatero puede a la vez reconocer que ha mentido y hablar de honestidad, sinceridad y ética. Ve que Zapatero es refractario a la realidad y que se justifica en su política de negociación con ETA en que, en su mundo, podría haber salido bien. Que defiende las leyes cuando son opresivas con los ciudadanos y sus derechos más básicos y las desprecia cuando hacen referencia a la dignidad de las instituciones. Lo que aparece en toda su crudeza es un hombre a la defensiva, sin nada que ofrecer a los españoles más que dolidas acusaciones a la oposición de no adherirse a su política, e incapaz de rectificar incluso cuando el fracaso es escandaloso.

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