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Pablo Molina

Adiós Tomate, adiós

Es una pequeña tragedia que programas como el de Vázquez desaparezcan, porque toda una generación de progres con mono de cretinismo catódico puede llegar a ser muy molesta.

Por si no fuera suficiente la crisis económica galopante que sufrimos por culpa de los antipatriotas que prefieren arruinarse en la bolsa sólo para fastidiar a Z, o los continuos ataques de Moratinos N’gue a nuestro sistema neuronal cuando ejerce de políglota, ahora van los de Telecinco y deciden cerrar el programa del Tomate, quintaesencia del progresismo televisivo en su franja de sobremesa.

El programa de J. J. Vázquez es, era, en efecto, un producto eminente progresista. No me refiero a la condición intelectual de su audiencia variopinta, en la que seguramente abundan las marujas de misa diaria, sino al carácter básicamente progre tanto de sus presentadores como de su línea editorial, si es que se puede denominarse así al armazón filosófico de un espacio dedicado a escrutar la realidad inguinal del petardeo hispano suscitando de paso las más agrias polémicas.

Y es que la telebasura es una invención progresista. Lo siento pero es así. La tolerancia sin límites hacia las formas más pintorescas de relaciones personales, el apoyo a cualquier medida revolucionaria en el ámbito social y la crítica de los valores consustanciales a la tradición judeocristiana, convierten a programas como el del tomate en claros exponentes de la nueva ética progresista basada en la amoralidad pública y el hedonismo privado. Lo que está muy bien, pero conviene que se sepa.

Repasen mentalmente cualquier programa de la telebasura nacional, desde las tertulias sobre la azarosa vida sexual de los catetos elevados a la popularidad por esos mismos programas a los espacios de "testimonio" a los que la gente acude a contar las más absurdas intimidades de su vida bizarra, y comprobarán que tanto los presentadores como los colaboradores, o el público asistente, que ovaciona con continuos aplausos las chorradas oligofrénicas del show, defienden un determinado estilo de vida claramente progresista. Si en un programa de esta especie algún tertuliano defendiera, siquiera levemente, algún principio contrario al paradigma progre como la fidelidad matrimonial, el respeto a la vida privada o el derecho a la libertad de todo ciudadano, saldría a gorrazos del plató y no volvería a ser invitado jamás. Item más: Hasta que desapareció de la parrilla, el epítome de la telebasura nacional era el programa Crónicas Marcianas. Bien, ¿conocen ustedes a alguien más progre, superprogre o megaprogre que Javier Sardá? ¿Y que Mercedes Milá, suma sacerdotisa de Gran Hermano que llevó a este espacio a las más altas cimas de la telecaca? Por supuesto que no.

Ahora bien, a mí me parece fantástico que el progresismo español se embrutezca diariamente con el material de derribo que le ofrecen sus iconos. Cada uno es libre de emplear su tiempo en lo que le parezca. De hecho es una pequeña tragedia que programas como el de Vázquez desaparezcan, porque toda una generación de progres con mono de cretinismo catódico puede llegar a ser muy molesta. Al menos con el tomate los teníamos entretenidos y no daban tanto por saco.

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