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Florida, cargada de consecuencias

McCain está colocado, pero Romney, el mormón millonario, le pisa los talones. Con un 33% de los votos de su partido el senador por Arizona sólo le ha sacado 3 puntos de ventaja al ex gobernador del izquierdista Massachussets.

Sólo ha habido unas primarias, las de Florida el martes 29, en una intensa semana del mayor espectáculo político del mundo. No concluyentes, pero altamente definitorias.

En el bando republicano lo importante es que Giuliani perdió y McCain ganó. A mediados del años pasado, el "alcalde de América" era triunfador seguro y frente a Hillary las encuestas le daban las de ganar, con lo que contaba con la apreciada "elegibilidad". Examinando de cerca su campaña, ahora resulta que no las tenía todas consigo. Ciertamente fue un error abandonar las primeras consultas, quedándose sin la propaganda gratuita que proporcionan las noticias y descubriendo demasiado tarde que la dinámica del proceso genera un impulso en su contra.

Pero por otro lado abandonó, concentrándose en el más importante estado de Florida, porque no tenía posibilidades de victoria, pero su campaña inicial en Iowa no fue pequeña y en New Hampshire llegó incluso a celebrar más actos que en el sunshine state. Lo que no esperaba en esas primeras votaciones, a pesar de su inhibición de última hora, fue unos resultados tan malos. De ahí el impulso negativo que lo arrastró también donde había apostado su entera candidatura. Con un 15% de votos, algo menos que la mitad que McCain decidió retirarse previa negociación con el ganador. Si el veterano de Vietnam llega a la Casa Blanca algo importante habrá para el ex alcalde.

Con una votación muy parecida, Huckabee, la estrella evangélica y sudista, con tanto encanto personal y brillante oratoria como Obama pero mucha menos clientela, parece que busca lo mismo que Giuliani por el procedimiento contrario. Sigue adelante con la expectativa de que en el supermartes, 5 de Febrero, pueda ganar en dos o tres estados meridionales, donde sus correligionarios son numerosos, y, gracias al sistema mayoritario propio su partido, acumular un número de delegados que pesarían en la convención o incluso en una negociada renuncia, en cuanto se vea claramente quien es el paladín republicano.

Para serlo, McCain está colocado, pero Romney, el mormón millonario, le pisa los talones. Con un 33% de los votos de su partido el senador por Arizona sólo le ha sacado 3 puntos de ventaja al ex gobernador del izquierdista Massachussets. La importancia de esta victoria reside en que estas primarias eran cerradas, sólo para los miembros del partido, pues a diferencia de las anteriores no participaban los independientes, de donde McCain ha sacado muchos de sus votos. El senador ha obtenido ya más victorias, pero siempre muy por debajo del cincuenta por ciento de los votos. Su opulento rival se están gastando sus caudales en comprar anuncios en todos los estados del supermartes, 22 más un territorio en el Pacífico, cosa que él no puede permitirse. Pero en esta larguísima campaña la publicidad comercial no está resultando muy importante. Según las encuestas, el senador es claramente el favorito.

El supermartes podría ser decisivo. Nada de extraño tiene que la disputa entre ambos se haya agriado considerablemente a lo largo de la semana. La base está muy dividida. Romney se ha puesto en línea con el conservadurismo en prácticamente todos los temas claves a base de cambiar descaradamente posiciones que ha mantenido durante años, exponiéndose a la fundamentada crítica de que es un flipfloper, un chaquetero. McCain, por el contrario, tiene una acreditada fama de maverick, disidente, que se separa de la ortodoxia conservadora en no pocos puntos. La polémica en la base podría desgarrar el partido. Se espera que la unidad se restaure frente al enemigo, pero de momento parecen pelearse sobre cómo mejor perder las elecciones.

Florida era para los demócratas una primaria fantasma. El Comité Nacional había castigado al del estado por adelantar las fechas de celebración, dejándolos sin delegados. Los candidatos se comprometieron a no hacer campaña y de hecho no pisaron la península, pero Bill Clinton no se privó que agitar un poco el cotarro y los militantes acudieron a las urnas como si nada hubiera sucedido. El resultado fue una clara victoria para Hillary y el abandono del tercero en discordia, John Edwards, sin aconsejar a sus fieles a quien deben votar. Su campaña populista de lucha contra la pobreza, muy poco creíble dada su historia personal, había atraído a una parte del mundo obrero blanco, un sector de inclinaciones claramente clintonianas, aunque también a algunos intelectuales izquierdistas que lógicamente escorarán hacia Barack Obama.

Los resultados de Florida y las favorables previsiones para el supermartes parecen haber calmado la áspera campaña de los Clinton, aunque mucho más habrá influido el clamor que surgió del seno del partido tras la primarias demócratas del sábado 26 en Carolina del Sur y que culminó con el apoyo a Obama del gran patriarca Kennedy. El matrimonio de ex presidente y presidenciable había decidido que entre ganar sucio o perder limpio optaban decididamente por lo primero y Bill recibió rienda suelta para darle un carácter racial a la contienda y enlodar convenientemente al rival. Pero con ello dispararon los resentimientos contenidos en el interior del partido contra la prepotente casa Clinton.

El debate televisado que tuvo lugar esta semana entre los dos campeones fue todo sonrisas y amabilidades. Obama, que tampoco es una hermanita de la caridad, estaba obligado por su retórica de unidad y conciliación y Hillary cumplió, al tiempo que su marido ponía sordina. Nadie se lo toma muy en serio. Aunque la señora Clinton va claramente en cabeza en las primarias del día 5, el sistema proporcional de los demócratas le permitirá a Obama obtener también muchos delegados. La pelea continuará y volverá a ser bronca. Habrá sangre. No digamos ya cuando Hillary, si lo consigue, tenga que enfrentarse al republicano. Para entonces no habrá escándalo entre sus compañeros políticos.

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