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Orlando Fondevila

¿Reformar el infierno?

Algunos caerán en la trampa. Se ilusionarán con los fuegos fatuos de la transición gradual (¿otros 50 años?) y con algunos insignificantes mendrugos de cambiecitos económicos y pequeñas y dosificadas migajas de libertad.

Está pasando que el tirano vive en una especie de convalecencia permanente, interminable. Es a modo de un fantasma inexorcisable, omnipresente aunque invisible, como todos los fantasmas, salvo para privilegiados mediums. Está pasando que el régimen vive igualmente una convalecencia inacabable, un "encartonamiento", como se le llamaba a los tuberculosos incurables pero que sobrevivían malamente con su enfermedad estacionaria. Al menos es así como se percibe la actual situación en Cuba por los que tenemos prisa, y andamos inquietos –¡después de medio siglo!– porque termine finalmente el horror. Entonces, nos desesperamos. Pero también –debemos tenerlo en cuenta– tienen esta percepción, o al menos la alimentan, quienes están interesados en que todo continúe estacionario de alguna manera. O aquellos a quienes todo les da ni fu, ni fa.

Debemos combatir esa percepción. Los fantasmas no existen, y en todo caso se les puede vencer, hacer desaparecer. Y, por otra parte, la enfermedad del régimen es terminal; ni tiene cura, ni puede vivir así eternamente. Solo que los fenómenos sociales se diferencian de los biológicos en que la muerte no se produce "naturalmente", sino que en ella –y en el nacimiento de lo nuevo– tenemos que intervenir los hombres. Las enfermedades de Castro y del régimen tienen sus médicos y sus medicamentos para intentar que no mueran, para ganar tiempo y conseguir que vivan aunque sea "encartonados", a la espera de un milagro. Ante esa sombría perspectiva se impone que los cubanos no nos abandonemos al desánimo. Actuar con firmeza, inteligencia e imaginación. Continuar con la presión interna y externa. No dejarnos llevar por los canturreos engañosos de las "reformitas" y los "reformadores", por la musiquilla de los acercamientos, del tendido de puentes, de que el régimen enfermo puede curarse y de que con algunas terapias suaves puede hasta tornarse, poco a poco, gradualmente, en algo sano. No. Si en algo es válida la eutanasia es aquí. Tiene que desaparecer el fantasma y su obra. Hay que vencer el "encartonamiento".

Los gerifaltes del régimen (en su triple acepción de gran halcón, jefazo, y en argot "ladrón") exprimen sus viejas neuronas ideológicas y de poder (no es un problema gerontológico) para conseguir la famosa cuadratura del círculo: hacer algunos cambios para que nada cambie. Ellos le llaman, a estas alturas, "perfeccionar el socialismo". Vaya, como si dijéramos reformar el infierno. La jugada consiste, otra vez, en engatusar a los cubanos con nuevas promesas, como si estas pudieran ser creíbles después de tantas décadas fallidas. Esto por un lado. Por otro, reforzar, renovar y utilizar complicidades extranjeras. Expliquémonos.

Al interior de Cuba, promueven las asambleas de siempre, como siempre convenientemente vigiladas, para que los cubanos expresen sus quejas. Insisten en la gran estafa de las "elecciones", o carreras con un solo caballo como se les ha llamado, y probablemente en próximas fechas nos anuncien cambios en la cúpula de los gerifaltes, y el fantasma omnipresente asuma entonces su nuevo papel de "reina madre". Preparan, asimismo, una nueva gran manipulación de los intelectuales en el venidero Congreso de la UNEAC. Se les permitirán algunas críticas, no se les perseguirá por sus opciones sexuales y se tolerarán ciertos coqueteos estéticos e incluso pequeños devaneos ideológicos. Así, si en 1961 la consigna-orden era "dentro de la revolución todo, contra la revolución nada", ahora el aviso se mantendrá inalterable, con un leve matiz: "pueden jugar con la cadena, pero no con el mono". Casi con toda seguridad, levantarán algunas prohibiciones y restricciones, relativas a los viajes al extranjero, algunas facilidades para el trabajo por cuenta propia (payasos, peluqueros de perros y esas cosas), alguna que otra variante en el sector agropecuario para suavizar el férreo centralismo estatal. Quizás alguna reforma monetaria, y otras cosas menores. Intactos los fundamentos del régimen.

Al exterior de Cuba, continuarán moviendo sus hilos para intentar la rendición de la política norteamericana, esperanzados en que les favorezca un cambio de administración en ese país, y en que sean derrotados los actuales congresistas cubano-americanos. Para ello pondrán toda la carne en el asador, es decir, dinero y colaboradores en territorio americano. Seguirán a rebufo del "gorila rojo" venezolano, aunque en este terreno no las tienen todas consigo. Y buscarán que Europa acepte el lavado de cara del régimen, a partir de la complicidad de gran parte de la izquierda europea y, sobre todo, del Gobierno socialista español. En este sentido, necesitan que Zapatero gane las elecciones del 9 de marzo. Y van a ayudarle. Es muy probable que liberen algunos presos enfermos, una especie de cínica y graciosa limosna "humanitaria, con la que ZP y su escudero Moratinos nos venderán los "éxitos" de su política de diálogo y de inversiones esclavistas. En fin, que la siniestra jugada busca la eternidad totalitaria con el apoyo de sus iguales y parientes cercanos, pero también con el aval de las sociedades democráticas.

Algunos caerán en la trampa. Se ilusionarán con los fuegos fatuos de la transición gradual (¿otros 50 años?) y con algunos insignificantes mendrugos de cambiecitos económicos y pequeñas y dosificadas migajas de libertad. ¡Como si la libertad se pudiera dosificar! ¡Como si los cubanos nos conformáramos con ser émulos de los perritos de Pavlov!

Pues va a ser que no.

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