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Juan Carlos Girauta

¿Qué votamos?

Gustará más o menos que vaya a rebajar la edad penal, suprimir el canon digital, garantizar la educación en castellano en toda España o crear un "contrato" de integración para los inmigrantes. Pero eso es lo que va a hacer. El elector sabe a qué atenerse

Si una campaña electoral consiste en presentar propuestas políticas en relación con los asuntos que son motivo de preocupación y debate público, aquí el único que está en campaña es el PP. Concretar es siempre comprometido, y cuanto más vaporosos sean los reclamos electorales, menos riesgo de ser acusado de incumplimiento asume el candidato. Entiéndase que, de hecho, candidatos reales a la presidencia del Gobierno sólo hay dos: Rodríguez y Rajoy. De derecho, ninguno; se votan listas al Congreso de los Diputados y al Senado.

Acabe la lid como acabe, resulta democráticamente saludable que por fin un partido con posibilidades de gobernar "se moje" con compromisos específicos que no siempre van a contar con el respaldo de todos sus votantes habituales y que marcan su posición ideológica más allá del inaprensible y mítico "centrismo", traducido generalmente en una anestésica indefinición destinada a aglutinar expectativas irreconciliables.

Por poner un ejemplo significativo, el PP ha sido contundente al afirmar que no retirará el recurso contra el Estatuto catalán, desmintiendo a propios que daban por hecha la retractación y sorprendiendo a extraños de similar opinión. Tan sorprendidos están que, por enésima vez, lo tuvo que subrayar Rajoy ante su examinador I. Gabilondo.

Ciertas propuestas de reforma legislativa van en el mismo sentido: el PP tiene una visión de los asuntos públicos de cariz liberal-conservador. Gustará más o menos que vaya a rebajar la edad penal, suprimir el canon digital, garantizar la educación en castellano en toda España o crear un "contrato" de integración para los inmigrantes. Pero eso es lo que va a hacer si gobierna. El elector sabe a qué atenerse y vota en consecuencia. Si además fuera claro con el trasvase del Ebro y las subvenciones al cine, sería para sobresaliente.

Nunca ha sido mayor en democracia el contraste entre dos contendientes. No por los contenidos de sus planteamientos, pues uno simplemente no los tiene, sino porque un programa concreto, sincero y realista –un programa merecedor de tal nombre– se enfrenta el 9 de marzo a una colección de consignas indefinidas, un manojo de buenas intenciones, un ramillete de insultos al contrario, dos palabras mágicas (paz, alegría) y una ceja.

En España

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