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EDITORIAL

Rajoy confirma su liderazgo

Este segundo debate también nos ha ofrecido a un Zapatero que no conoce más defensa que el ataque y que es capaz de mantener el tipo ante la refutación de sus argumentos con tanta desfachatez como lo hace ante la misma realidad.

Ni excesos de confianza ni reaparición de perfiles bajos: la espléndida y preparada intervención de Mariano Rajoy en su cara a cara frente a Rodríguez Zapatero ha vuelto a dejar de manifiesto a un dirigente capaz de denunciar con contundencia y claridad los errores y disparates del Gobierno de su contrincante y, al tiempo, ofrecer una alternativa fiable y atractiva.

Ahora bien, este segundo debate también nos ha ofrecido a un Zapatero que no conoce más defensa que el ataque y que es capaz de mantener el tipo ante la refutación de sus argumentos con tanta desfachatez como lo hace ante la misma realidad.

En el primer bloque, Rajoy ha vuelto denunciar la pasividad del Gobierno y el consiguiente deterioro de la situación económica con un enfoque próximo a los ciudadanos y apoyándose con unos gráficos, que esta vez sí resultaban claros para los televidentes y demoledores para su adversario. Frente a ellos Zapatero no ha hecho otra cosa que negar la realidad apelando para ello a un misterioso libro blanco que no tenía más credibilidad que su desacreditada palabra.

Mención especial merece el "gancho" dialéctico que le ha propinado Rajoy a Zapatero, después de que este citara al Financial Times a propósito de unas recientes y tergiversadas declaraciones de Gabriel Elorriaga. Rajoy le ha replicado leyendo precisamente lo que decía ese periódico en su edición de este lunes, relativas al "estropicio sin precedentes en la moderna historia de España" que ha provocado el Gobierno de Zapatero.

No menos contundente y convincente ha sido Rajoy en el bloque de política social, donde ha vuelto a poner en aprietos al candidato socialista, especialmente en inmigración, educación e infraestructuras. Si patético ha estado Zapatero al tratar de hacer creer que las regulaciones masivas o el demoledor informe Pisa sobre educación pertenecen al debe del Gobierno de Aznar, más lamentable ha sido su comparativa de las infraestructuras del anterior Ejecutivo del PP con las que hará el Gobierno de Zapatero ¡en el 2020!

Peor ha estado Rajoy en el bloque dedicado, paradójicamente, a política exterior y seguridad. A pesar de centrase en el terrorismo, Zapatero ha logrado neutralizar al candidato popular con su previsible y desvergonzada utilización del 11-M y de Irak. A Rajoy, por su parte, no se le ha ocurrido otra cosa que hacer referencia –por primera vez en tres años– a una silenciada resolución de Naciones Unidas apoyada por Zapatero en la que se pedía a la comunidad internacional ayuda –incluida la militar– en las labores de pacificación y transición a la democracia que las tropas aliadas llevan a cabo en Irak. Tal y como dijimos en su día, semejante incoherencia, para ser conocida, debía haber liderado el discurso y las portadas de la derecha política y mediática, pero los complejos y las distracciones de entonces han dejado inutilizable y desconocida la pólvora de dicho argumento.

Rajoy además no ha preguntado a Zapatero por la absolución de los supuestos cerebros del 11-M, ni por la sentencia que desvinculaba dicha masacre de la guerra de Irak, ni por los ataques y acosos a las sedes del PP que tanto entusiasmo causaron entre los imputados del 11-M y en las organizaciones terroristas islámicas. Que a Rajoy le sorprenda la vileza de Zapatero de echarle en cara los muertos por el terrorismo en tiempos del PP, cuando eso es precisamente lo que hizo el PSOE del 11 al 14-M, deja en evidencia hasta qué punto Rajoy no ha estado a la altura en este punto crucial. Eso, por no hablar de su nula mención a las mentiras del Gobierno de Zapatero respecto a cuando comenzó la negociación con ETA, que fue en tiempos de un Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo que, por cierto y por supuesto, sí establece condiciones.

Rajoy, no obstante, ha sabido recuperar el pulso en Política Institucional, donde ha denunciado el liberticida acoso lingüístico que se sufre en algunas comunidades, y donde ha dejado en evidencia la nula voluntad de Zapatero por cambiar las cosas. Aunque podía haber incidido más en el carácter separatista de los apenas citados socios de gobierno de Zapatero, Rajoy ha denunciado con credibilidad la falta de proyecto nacional del candidato socialista y la afrenta que supone el estatuto catalán para la igualdad y libertad de todos los españoles.

En resumidas cuentas, nuestra impresión es que Rajoy ha vuelto a ganar en el cara a cara, y que el candidato popular está, gracias a estos dos debates, en mejor disposición de ganar las trascendentales elecciones del domingo.

En España

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