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Pío Moa

La estrategia de ETA

A menudo se trata a los etarras de estúpidos, pero su estrategia ha demostrado una muy notable inteligencia, así como realismo en la apreciación de la endeblez (por decir algo) moral de la mayoría de los políticos.

El terrorismo consiste básicamente en publicidad política mediante la sangre: un asesinato causa siempre gran conmoción y atrae la máxima atención de los medios y del público hacia el grupo autor, facilita la difusión de su mensaje político, rodea a los autores de una aureola de poder, etc. El terrorismo puede plantearse como el comienzo de una lucha armada que desemboque en la insurrección o en la guerra civil, o bien como un instrumento permanente de socavamiento de un sistema político, de división y enfrentamiento dentro del mismo, hasta conducirlo al agotamiento y la claudicación. Esta segunda orientación ha terminado siendo la de la ETA.

Para conseguir su objetivo, el grupo terrorista debe disponer de una influencia y afluencia de matarifes que le permita soportar golpes serios. Ello no exige mucho apoyo "popular" sino, sobre todo, complicidades suficientes. Y en esas complicidades está la clave de los éxitos etarras, debidos en parte a un azar histórico. La ETA empezó a asesinar en el momento justo para ganarse la simpatía y el apoyo de casi toda la oposición antifranquista, así como de gobiernos como el sueco, el argelino o el cubano y, sobre todo, el francés, el cual aseguró la supervivencia del grupo asesino y totalitario en momentos de práctica desarticulación del mismo, al garantizarle un refugio seguro en Francia, so pretexto de su "lucha antifranquista". Protección continuada en plena democracia, principalmente en tiempos de Giscard d´Estaing, el corrupto aspirante a padre de una constitución europea y primer "estadista" que visitó al beneficiario de la matanza del 11-M. Para entender la importancia de la cronología baste comparar estas reacciones con las suscitadas por el GRAPO: este saltó a la palestra en un momento tardío del franquismo, cuando las actitudes y expectativas estaban más definidas, ganándose la frontal aversión de los mismos que tanto habían apoyado a los etarras. El GRAPO no gozó de aquellas complicidades, y de ahí sus fracasos.

Otra fuente muy importante de protección para la ETA ha sido el PNV y, en segundo término, el nacionalismo catalán, siempre prestos a sacar rentas políticas de la sangre, a "recoger las nueces", como tan gráficamente expresó Arzallus. Además, la línea seguida por los distintos gobernantes hasta Aznar-Mayor Oreja fue la llamada "solución política", contraria al Estado de Derecho, causa de una corrosión sostenida de la democracia española y fuente inagotable de esperanzas para los asesinos.

En esta dirección nunca se había llegado, ni remotamente, a la osadía del PSOE de Zapatero, que bajo el marbete de "proceso de paz" emprendió un proceso de destrucción de la Constitución, de los principios democráticos y de la unidad de España, aspectos contra los que tanto el Gobierno como la ETA estaban de acuerdo, por considerarlos una herencia del franquismo (en realidad la llamada ley de memoria histórica deslegitima de modo implícito tanto a la monarquía como a la democracia actual). En fin, el Gobierno de Zapatero legitimó el asesinato como modo de hacer política y obtener monstruosas concesiones.

La estrategia etarra buscaba cansar y dividir a las fuerzas democráticas, estimular a los partidos secesionistas y radicalizar al PSOE. A menudo se trata a los etarras de estúpidos, pero su estrategia ha demostrado una muy notable inteligencia, así como realismo en la apreciación de la endeblez (por decir algo) moral de la mayoría de los políticos. De hecho ha conseguido enormes avances: que un pequeño grupo de delincuentes haya tenido año tras año y siga teniendo al país en un puño, haya obtenido increíbles concesiones y radicalizado los separatismos como vemos hoy, revela cualquier cosa menos estupidez. Hoy está más cerca que nunca de sus objetivos. La estupidez se encuentra en medida mucho mayor en sus adversarios, mil veces más fuertes en principio. Y en sus cómplices.

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