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José Enrique Rosendo

A la altura de las circunstancias

Rajoy hace bien en no dejar huérfanos a diez millones de españoles. Los experimentos, con gaseosa.

No comparto la opinión de quienes pretenden la combustión de Mariano Rajoy por medio del fuego lento. Mucho menos el sacrificio sacramental del líder, suicidio mediante. El PP posiblemente no está para bollos y desde luego el resultado de las generales, contra viento y marea, no debe alentar a sus bases al pánico abismal sino al sosiego y la reflexión tan propia de la tradición conservadora.

A mi me gustaría haber visto, durante toda la pasada legislatura, a un Rajoy tan crecido como en las últimas semanas de campaña. Porque a Mariano, en demasiadas ocasiones, le ha venido ocurriendo lo mismo que al duque de Suárez, cuando hacía del CDS el espejo de su propio estado anímico. Al presidente del PP le ha faltado, sobre todo, eso: tono sostenido y voluntad para imponerse, primero ante los suyos, y luego ante los adversarios.

Es posible que haya aprendido la lección. La enigmática advertencia del gallego cuando decía que ahora iba a presentarse “con su equipo” puede interpretarse de muchas maneras. Algunos cavilan en torno a la renovación del PP, que tiene muchas caras sin mover desde hace demasiado tiempo, hasta el punto de que el sanedrín de Génova aún parece el Consejo de Ministros de José María Aznar.

Otros, en cambio, creen que lo que quiso decir Rajoy es que no va a aceptar imposiciones de nadie, tampoco de medios de comunicación, a la hora de confeccionar el elenco de sus colaboradores. Las manos libres, como dijo la triste noche del domingo, bajo el abrigo confortable de su señora (¡cuánta diferencia con Sonsoles, dando el cante!).

La lección sería, a mi juicio, la suma de ambas: renovación e independencia de criterio. La medida de hasta qué punto está dispuesto a renovar sin asumir presiones la vamos a tener en la configuración de la dirección del Grupo Parlamentario del Congreso. Ya veremos si estamos o no ante el parto de los montes, o si sigue envenenado con la consabida máxima ignaciana. Pero en todo caso, a Rajoy le toca ahora mostrarse en esencia, en estado puro, si quiere tener una mínima oportunidad de derrotar al socialismo.

El problema fundamental del PP es sin embargo de embalaje, no de porteador. El hecho de que los españoles hayan encomendado la gestión de la crisis económica a la socialdemocracia es algo que debiéramos tener muy en cuenta. En España muchos han votado el cobijo de lo público frente a la aventura creadora del individuo. Los desempleados parecen haber optado por la seguridad de las prestaciones públicas antes que por remover las causas profundas del desempleo, esto es, la falta de reformas estructurales en nuestra economía.

Con las tibias propuestas liberales del PP, especialmente con la prometida rebaja fiscal, Rajoy ha captado un porcentaje nada desdeñable de voto centrista y ha desplazado al PSOE a un espacio social más izquierdista. Sobre todo si a los socialistas les descontamos de la banda moderada, además, los trescientos mil votos de UPyD de Rosa Díez. Ahora bien, las propuestas liberales de los populares fueron eso: tibias. Convendría pues profundizar en el liberalismo para empujar al adversario aún más a un terreno que tiene sus límites. Y convendría cierto apoyo táctico a UPyD.

El próximo congreso popular de junio puede devenir en un debate de fulanismos, y tampoco estaría de más, puesto que es necesario que los partidos políticos abran las puertas y las ventanas a la democracia interna para cumplir el verdadero papel que nuestro sistema les otorga, que es el de canalizar la participación política de los ciudadanos. Sin embargo, resultaría un ejercicio meramente estético. El congreso del PP debiera centrarse, fundamentalmente, en adoptar un perfil netamente liberal y no sólo en el ámbito económico.

La crisis económica que vamos a atravesar en España, y estoy completamente de acuerdo con Alberto Recarte en que va a ser más sonada de lo que aparenta hoy, va a colocar contra las cuerdas las políticas obsoletas de la socialdemocracia. Los españoles vamos a poder comprobar, otra vez y por desgracia, cómo Solbes no tiene una varita mágica si utiliza la fórmula tradicional de su ideología. Será por tanto ocasión para que un Rajoy con tono, y un PP reformulado hacia el liberalismo creativo, ofrezca a los españoles la oportunidad de creer en sus propias fuerzas individuales para solventar sus problemas.

Rajoy hace bien en no dejar huérfanos a diez millones de españoles. Los experimentos, con gaseosa. Pero la responsabilidad del presidente del PP consiste en hacer todos los cambios necesarios, en aplicar la quirúrgica adecuada, para que los suyos puedan seguir confiando en su liderazgo. Él mismo dijo el domingo que su partido estaría a la altura de las circunstancias. Si no, mejor que se retire y en paz.

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